QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

viernes, 20 de enero de 2012

EN CUBA YA NO QUEDAN HOMBRES


Dicen que somos un pueblo de relajo, bromas, bailes y ron. Dicen que nos reímos de nuestros propios males y el famoso choteo lo llevamos impreso en la piel. Podemos chotear todos los días, por sobre el miedo, la injusticia y el dolor. Yo, como buena cubana, me sumo siempre al relajo, el doble sentido, la respuesta rápida. Mis alumnos lo saben bien.
Pero no puedo seguir con un post de risa mientras mi patria sangra. Cada día más, aunque cada día más anémica. Ha muerto otro peso –político para Amnistía Internacional; común para Cuba: un vulgar delincuente que estaba preso por causas más que punibles. Hoy no quiero entrar en un debate a todas luces absurdo porque no importa si un preso es común -¿acaso no acaba Cuba de dar libertad a miles de presos comunes?-, no interesa si fue asesino o ladrón –que ninguna de las dos era Wilmar, un joven padre de 31 años de edad. Cualquier ser humano merece atención médica a tiempo y no cuando ya es muy obvia la gravedad del asunto. Cualquier ser humano puede ser alimentado, vía intravenosa, a la fuerza. Por lo tanto, las excusas de que era un abominable preso común no tienen asidero: dejar morir a un ser humano es detestable en todas sus facetas. Y no tiene perdón.
La política de los disidentes cubanos de adoptar la resistencia pacífica no está dando resultados. Todos los países no son la India, todos no somos Gandhi ni estamos en el mundo de 1940. Cuba no es la patria de Jesús ni los cubanos sus discípulos. La cadena interminable de golpizas, descalificaciones, juicios amañados, cárceles y un largo etc sólo demuestran que la oposición está perdiendo a su gente, que los cubanos –indiferentes- no se acaban de sumar y que el mundo sigue, abúlico y tranquilo, la resolución de los acontecimientos. Para ese mismo mundo lo único importante es poder invertir en Cuba y ganar dinero: no importa si eso ocurre en una quimérica y lejana Cuba libre o en una actual donde un grupito de locos creen que están cambiando la historia.
De una u otra forma, hay que parar estas muertes absurdas. De alguna u otra forma, es necesario variar la estrategia porque la actual no funciona. Si tienen que pasar años y cada uno de ellos trae golpizas y muertes sin que el pueblo reaccione, no se está haciendo nada. Yo no sé cuál es el camino –ojalá me iluminara- pero sí estoy convencida que cada muerte es una bofetada a la dignidad humana; que cada insulto y golpe nos regresa a las cavernas. Imagen pésima para un gobierno pero imagen peor para un pueblo indiferente. Ya no se vale el típico “es que los cubanos tienen miedo”, “es que la gente no sabe lo que es vivir en Cuba”. Todos los pueblos han tenido miedo. Todos han vivido, de una u otra forma, represión, secuestros, torturas. Pero han sabido sobreponerse y exigir, a golpe de sangre si era preciso, su derecho a la libertad. Tampoco se vale el “claro, porque tú estás afuera”. Afuera estaba Martí. Y supo alzar su voz, advertir, preparar, ayudar. Y cuando entró a Cuba, allí estaba un grupo numeroso dispuesto a seguirlo.
Y ese es el problema: mientras los cubanos no pierdan el miedo; mientras sigan escudándose en la mentira y viviendo de pececitos de colores; mientras se acomoden al hoy, a la sonrisa cómplice y al dólar del extranjero y no decidan, de una vez, romper el cordón umbilical, nada cambiará ni nadie los tomará en serio: no se puede tomar en serio a un pueblo que se la pasa llorando miserias pero no hace nada para remediarlas. Un pueblo que permite que golpeen a sus mujeres y maten de hambre a sus jóvenes. Martí ayudó desde afuera pero el cubano de a pie estaba listo para apoyarlo.
Como bien dice Helena en "La otra agonía de la garza": “En Cuba ya no quedan hombres, Sir. Se los comieron los tiburones”.

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