QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

QUÉ ME QUEDA DEL CONCIERTO DE JUANES


Debo reconocer que el concierto de Juanes me asombró en muchos aspectos y en otros sólo cumplió mis expectativas –aunque albergaba esperanzas. Fui de las que dije, en este mismo espacio, que no se atrevería a cantar A Dios le pido, peligrosa potencialmente desde que los Fonomemecos sacaron su parodia. ¿Qué iba a pasar si la Plaza en pleno gritaba el otro estribillo, A Raúl le pido? Pero me equivoqué: no conté con el hecho concreto que muy poca gente en la Isla se había enterado del fenomenal choteo de los cómicos cubanos. Sin embargo, hay detalles sorprendentes.
Me cuentan desde La Habana que, muy temprano en la mañana, ya la gente, masivamente, iba rumbo a la Plaza. Sin presiones del CDR ni listas infames. La gente acudió porque es un hecho inusual un concierto de este tipo en un país donde los grandes actos de masas parece que han pasado al olvido. Todavía recuerdo con nostalgia a cuántos conciertos fui en la escalinata y en la propia Facultad de Artes y Letras. Pero lo del domingo era una oportunidad única para los habaneros de “desconectar” y pasar un día diferente, apolítico y alejado de las consignas que la Plaza representa.
La primera sorpresa fue Olga Tañón y su mensaje. Silvio –cuya música adoro pero a quien no soporto como persona- me dejó, literalmente, con la boca abierta. Hacía muchos, pero muchos años que no cantaba Ojalá, de emblemática letra y simbología muy clara para los cubanos. Ojalá, en la Plaza, en estos momentos…”a tu viejo gobierno de difuntos y flores”. Galleta con guante blanco. Y fue el único nacional que se atrevió a “algo” porque Carlos Varela –otro de mis íconos- no interpretó sus más candentes y conocidas canciones. Igual que en México –donde le pedimos desaforadamente Guillermo Tell y Jalisco Park - prefirió temas de su disco Siete, más elaborados y menos directos. No hubo riesgo en los artistas cubanos, supongo que aleccionados por un futuro muy incierto si se salían de la raya. Y Juan Formell dio la nota discordante y genuflexa que desentonó totalmente en aquel lugar.
Orishas propició una ruptura total de la semántica de la imagen: la “rufa y la verdura” de un grupo de negros, uno sin camisa; los collares de las religiones afrocubanas, el lenguaje agresivo de la calle, los gritos de “soy yoruba”, todos estos elementos increíbles en un sitio de culto revolucionario. Hace diez años atrás, hubiera sido imposible. No me queda claro si fue un acto permisivo para dar cierta imagen de apertura, pero lo cierto es que propiciaron la desacralización de una zona donde sólo primaron, hasta hace muy poco, las consignas revolucionarias y destaparon la realidad del pueblo cubano, que le reza a la Caridad del Cobre mientras le pone flores a Oshún.
El puntillazo lo dio Juanes. Durante todo el concierto se habló de Paz, de olvidar los odios, de tender puentes, de perder el miedo. Ya Juan Pablo II, en ese mismo lugar, conminó a los cubanos a perder el miedo. Pero parece que los cubanos son sordos. Mientras los artistas extranjeros, constantemente, abogaban por los derechos del ser humano, una masa alegre y despreocupada, amorfa e indiferente, les respondía con los puros aplausos y con baile. La gente fue a divertirse, circo sin pan, aunque todos los días, en la calles, aboguen por ese mismo pan que no tienen pero que son incapaces de exigir ni siquiera en el circo.¿ Era el momento de, por lo menos, un grito? ¿ Por qué muchos esperaban tanto una rebelión en la Plaza, ante las cámaras del mundo y propiciado por los esfuerzos casi desesperados de los cantantes extranjeros? Lo que sucedió detrás de bambalinas se supo de antemano: los casi cien detenidos o amenazados de no ir al concierto a “armar” líos. O a posteriori: la golpiza brutal al periodista argentino por llevar una pancarta que exigía libertad. Y, para colmos, la grabación de la discusión de Juanes y su amenaza de retirarse del concierto, harto de las presiones y la vigilancia cubanas.
Juanes y muchos de sus compañeros se la jugaron con ir a Cuba, presionados por grupitos de intolerantes retrógrados que responden a lo peor del pensamiento antediluviano. Pagaron todos los gastos del concierto. Fueron a cantarle al pueblo de Cuba. Lanzaron constantes alusiones desde el escenario. Esto se agradece. Y mucho. Porque los cubanos no se atreven a gritar ni la mitad de las cosas que se dijeron en la Plaza, por miedo -el mismo que el Papa nos dijo que no tuviéramos hace ya once años- a las represalias.
Mi balance del concierto puede ser lapidario. La gente acude a la Plaza obligados por las organizaciones sociales y políticas. Van por mantener un status revolucionario que le permita sobrevivir. El aburrimiento de un domingo igual a otro cualquiera y la curiosidad también los convocan. Yo me quedo con el grito casi agónico de Juanes ante una masa abúlica: POR UNA SOLA FAMILIA CUBANA.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Carlos Varela fue vestido de negro y cantó La Verdad...

cuéntalo como algo positivo porque al dia siguioente por alguna razon Pedro de La Hoz nio lo menciona en su cronica..

Pitibuchi dijo...

Es cierto, anónimo, y son símbolos importantes pero ambiguos: fue vestido de negro pero su pulóver decía Tengo una camisa blanca... sí pero no. Cantó La verdad pero tiene canciones más claras. Y es que, por segunda vez, Carlos me deja esperando su gesto abierto. Aquí, porque no estaba en Cuba; en Cuba, porque no estaba fuera...

Anónimo dijo...

Orishas me ha gustado desde hace muchos años, a pesar de ser un grupo que "creció" fuera de Cuba. En parte, qué mal que todas las especulaciones alrededor del concierto fueran políticas (aunque hablando de Cuba hay pocas cosas no políticas). A fin de cuentas, escuchar a la gente coreando, conocer el número de asistentes, también habla de muchas cosas, entre ellas el deseo de la gente de divertirse de "otra forma" ajena a las prohibiciones cotidianas.
Sentí escalofríos más de una vez al ver el concierto, y quiero pensar que en parte lo rescatable del evento es eso: la música mueve muchas cosas por sí misma, más allá de los mensajes políticos que dicen o no dicen los artistas. Qué bueno por el pueblo, que pudo disfrutar de ello.
Saludos!

LUZ MARIA GUZMAN FERNANDEZ dijo...

Muchas gracias por tu relato. Lo disfrute y me dijo más que las simples notas de los noticiarios. Lo voy a enlazar a mi perfil de FB para que más amigos lo puedan leer. Muchos saludos desde el Caribe Mexicano.

Pitibuchi dijo...

Querido Topo, qué bueno, sí, pero qué malo, porque hoy se levantaron y no tienen ni pan... ni circo.

Y no sabemos exigir el pan

Pitibuchi dijo...

Gracias, Luzma. Y felicidades por el aniversario de tu compañía, me alegró mucho leer toda la historia en tu blog.

Anónimo dijo...

Pues sí, ¿pero quién les quita los recuerdos y la felicidad del momento? Yo sé que la visión global es terrible, que la gente de verdad sufre por hambre, represión y demás, pero no podemos seguir viendo al mundo (y en especial a la politizada Cuba) como mero tema político. La política habla de Estados, no de individuos. Hemos hablado tanto tiempo de política que nos olvidamos del ser humano que mantiene vivo al monstruo. Tal vez soy demasiado inocente, ingenuo y hasta estúpido, pero (sin querer olvidar la realidad) creo que el concierto tuvo un valor para los cubanos más allá de la política, incluso más allá de la Paz que usaron como emblema (y eslogan). A fin de cuentas nuestras vidas están hechas de esos pequeños momentos que nos hacen gritar, vibrar, arrepiar

Anónimo dijo...

Al otro día volvemos todos a la realidad, tan terrible en todos lados...