QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

jueves, 28 de abril de 2011

PREMIO A FINA GARCÍA MARRUZ

AL LADO DE FINA, LAURA VITIER ESCALONA
Acabo de leer el muy merecido premio a Fina García Marruz. A sus 88 años, es la única sobreviviente del núcleo de poetas de Orígenes. No puedo dejar de recordar cuando conocí a Fina y Cintio, por mediación de Laura Vitier, la nieta de ambos. A Laurita la comencé a tratar cuando todavía era una niña de ocho años, en el campamento de diabéticos de Tarará. A partir de ese momento, tuvimos una amistad que se prolongó a lo largo de los años. Nuestros gustos literarios también nos unieron. Recuerdo cuando me dijo, muy orgullosa, que haría su tesis de Licenciatura en Letras sobre la obra de su abuela, casi una desconocida en el mundo de la Literatura.
Hoy, este premio, reconoce el trabajo de Fina y la labor de Orígenes, grupo monumental en su época. Pero también quiero recordar a Laurita –que ya no está entre nosotros- su amor a la Literatura y a la obra de su abuela. Porque este premio es también para ella.

Premio Reina Sofía de Poesía para Fina García Marruz y la Cuba de Lezama


Madrid -- La poeta cubana Fina García Marruz ganó hoy la XX edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, un galardón que constituye también un homenaje al grupo Orígenes, vertebrado por Lezama Lima, Eliseo Diego o Gastón Baquero, como recordó el poeta español Francisco Brines.
Fina García Marruz, “la gran poeta secreta”, como también la calificó Luis Antonio de Villena, miembro del jurado que falló hoy este galardón, es una de las voces más representativas de la poesía cubana, perteneciente a este grupo que revolucionó y modernizó la isla desde los años 40.
“Me he quedado sin palabras. No sé cómo agradecer este reconocimiento, que es también un reconocimiento a Orígenes”, comentó la poeta cubana, tras saber que había sido premiada con este prestigioso galardón, justo el día que cumple 88 años.
García Marruz recordó su vinculación con España y en particular con Juan Ramón Jiménez y su esposa, Zenobia Camprubí, a quienes conoció en La Habana en 1936. “A ellos les debo haberme casado con quien me casé, se lo debo todo a Juan Ramón y a Zenobia”, recordó la poeta.
“El grupo Orígenes sería el equivalente en influencia e importancia a la Generación del 27 en España”, precisó Francisco Brines, ganador de la pasada edición del premio, miembro del jurado y uno de los grandes defensores de la candidatura de la cubana Fina García Murroz.
Y es que el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, uno de los galardones más importantes y prestigiosos de este género, dotado con 42.100 euros y que convocan conjuntamente en España Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca, sigue, como el Premio Cervantes, una ley no escrita por la que un año se premia a un escritor del país y al siguiente a uno del resto de Iberoamérica.
Así, este año, según explicó Luis Antonio de Villena, tocaba poeta de la otra orilla y, si fuera posible, que fuera mujer.
“Todos los poetas que se presentan -precisó de Villena-, que son muchos porque son presentados por muchas instituciones, son candidatos de primera fila. Y a la final de este premio, que es por mayoría, han llegado el nicaragüense Ernesto Cardenal y Fina García Marruz, y se ha tenido en cuenta también que las mujeres habían estado menos representadas”.
“A Fina se la puede considerar la poeta secreta, físicamente no se deja ver, es práctimamente invisible. Es la menos conocida del grupo Orígenes”, explicó de Villena.
“Su poesía es de una gran calidad y tiene una forma sencilla y elegante que transita por la espiritualidad cristiana”, subrayó de Villena, al tiempo que comentaba que Marruz tiene poemas en los que se habla de Cristo y otros del Che Guevara, algo que algunos interpretan como una concesión a la situación que vivía en Cuba.
Para el poeta valenciano Francisco Brines, superviviente de la generación española de los 50 junto a Manuel Caballero Bonald, la poesía de la premiada es “culta, sencilla y a la vez inteligible. Estoy, estamos, muy satisfechos de que este premio haya recaído en Fina y, por extensión, en todo el grupo de poetas cubanos de Orígenes”, dijo.
El premio, que este año celebra su vigésima edición, y que reconoce el conjunto de una obra de un autor vivo que por su valor literario constituya una aportación relevante al patrimonio cultural español e iberoamericano, lo entrega cada año la reina Sofía en el Palacio Real, pero este año será en la universidad de Salamanca, para celebrar este aniversario redondo.
Una cita que tendrá lugar a finales de octubre o diciembre, como recordó el presidente de Patrimonio Nacional, Nicolás Martínez-Fresno, también miembro del jurado como el ex director de la Academia de la Lengua Víctor García de la Concha, en sustitución del actual director, José Manuel Blecua.
Del jurado formaron también parte Soledad Puértolas, José Miguel Santiago Castelo, Jaime Siles, Carmen Posadas, Daniel Hernández Ruipérez, Petra Strien y Pilar Martín Laborda, entre otros


jueves, 21 de abril de 2011

NO SÓLO MINISTRO DE CULTURA

Acabo de leer con asombro la “desaparición” de Abel Prieto del Buró Político y el Comité Central del PCC. Ya me habían dicho en Cuba que él había solicitado, desde hace tiempo, la liberación –por problemas de salud-de sus obligaciones políticas. Supe que la diabetes le había jugado algunas malas pasadas. Por ahí hay quien rumora que quiere ocuparse de la literatura –su literatura- abandonada durante tanto tiempo. Para otros, entre susurros, Abel ha caído en las redes de una purga que lo señala como parte de las críticas que los intelectuales de adentro hacen, constantemente, a las decisiones erróneas del gobierno. El chisme corre rápido y se murmura que Miguel Barnet aspira, entre vuelos cortos y picotazos certeros, a ser el nuevo Ministro de Cultura cubano.
Sé que Abel tiene muchos enemigos, detractores enojados porque en un momento de decisiones dejó de funcionar el amigo y prevaleció el burócrata. No puedo quitarle o darle la razón a ninguno de los dos bandos. Yo guardo de él muy buenos recuerdos: el tutor de mi tesis atento y dispuesto, el profesor que me abrió el apetito voraz por la obra de Lezama. Tenía yo apenas 20 años cuando Abel hizo un posgrado en la Universidad de La Habana. Entré al aula –una casi adolescente abelardita, bitonga como el libro que él publicó- y me enfrenté a la mirada curiosa de todos –Víctor Fowler, Emmanuel Tornés, Ivette Fuentes, Lourdes Rensoli- que me dijeron que me había equivocado de clases. Abel me sonrió y me dijo: “¿Eres la alumna que manda Ana Cairo? ¿La aspirante a hacer su tesis de Lezama?”. Y así entré –como me dijo hace poco José Prats Sariol- en la pequeña cofradía lezamiana.
Nunca he recibido un gesto desdeñoso o indiferente en cada una de las ocasiones en que, a lo largo de todos estos años, me he tropezado con Abel. En Cuba y fuera de ella, siempre me ha saludado con el mismo cariño y su habitual “Cómo estás, princesa”. La última vez que lo vi, en el Centenario de Lezama, en La Habana, fue tan amable como siempre y su “Nos vemos aquí, en las conferencias” fue una promesa.
Mi tesis de doctorado, El mito de la cubanidad concurrente en la prosa de José Lezama Lima, agradece los conocimientos que adquirí durante los dos años que trabajé a su lado como alumna ayudante de literatura cubana. Le debo una copia de mi investigación que es también la suya porque no puedo olvidar, aquel ya lejano día, allá por 1986 ó 87, cuando me dijo que no podía seguir con su tesis de doctorado y que me dejaba todas las fichas que habíamos trabajado juntos. Y eso, en el mundo intelectual, es una muestra de altruismo sin límites.
Abel podrá tener enemigos y detractores. Lo rodeará la envidia de los mediocres o la maquinaria del poder que tritura y desecha cuando ya no son necesarios los cuadros. Podrá permanecer o no en la vida política del país. No conozco los mecanismos del poder que pueden haberlo transformado e, incluso, quizás, desde su posición, haber dañado a muchos. No conozco a ese Abel.
En cuanto a mí, guardo el recuerdo del hombre que fue mi maestro y que jamás me ha decepcionado. No sé si podrá leer mis palabras. Más allá de pretensiones intelectuales o sonados ascensos a los que aspiran muchos de los aduladores establecidos; más allá del tiempo, las supuestas ideologías o los absurdos del poder efímero: mucho más allá del futuro incierto y los logros literarios que nos esperan y que nos harán coincidir -qué duda cabe-en las lides literarias le digo que aquí, en México, tiene ud. una amiga.

sábado, 9 de abril de 2011

¿LA HABANA RENACE?


Hoy les traigo un texto de Padura que se me hace muy interesante. Me tomé la libertad de resaltar en negritas algunas ideas que demuestran la otra cara del asunto. Y, a mi modo de ver, el título quedaría mejor con signos de interrogación.

Juzguen por uds. mismos



LA HABANA RENACE...

Por Leonardo Padura

La Habana está renaciendo. No podría asegurar si de la mejor manera, pero el renacer es evidente. Apenas oficializadas las primeras medidas de la "actualización del modelo económico cubano", que adquirirá su forma y proyecciones definitivas en las sesiones del congreso del Partido Comunista que se efectuará a mediados de abril, los efectos de la nueva política han comenzado a variar, de manera acelerada, la fisonomía física de una ciudad que, en los últimos cincuenta años, parece haberse detenido en el tiempo (e incluso retrocedido con el avance del deterioro).


Hasta este instante la apertura más contundente y visible ha sido la de la revitalización del trabajo por cuenta propia, con una ampliación de sus categorías y actividades (nada espectacular, pues ha estado centrada en los oficios y muy pequeños negocios más que en las profesiones). Para ejercer las distintas posibilidades de trabajo privado ya se han concedido en el país una cifra notable de nuevas licencias, a pesar de que, en su mismo nacimiento, se ha establecido un fuerte sistema impositivo que hace dudar de la capacidad de muchos aspirantes para poder cumplir a cabalidad los compromisos fiscales.

Esta alternativa laboral independiente, por muchos años prohibida y luego estigmatizada, cumple diversas misiones, entre ellas las de absorber una parte de los empleados estatales y gubernamentales que quedarán "disponibles", según la retórica cubana. La cifra de los despedidos se calcula que alcanzará más de un millón cuando el proceso haya concluido, aunque ahora mismo su puesta en práctica ha sido desacelerada ante la evidencia de que la sociedad y la economía no tienen demasiadas alternativas laborales para tantas personas. A la vez, el trabajo por cuenta propia intenta dar un leve pero necesario impulso desde abajo a la descentralización de las estructuras económicas de un modelo en el cual, hasta hoy, la presencia del Estado ha sido como el de la esencia divina: ha brillado en todas partes, aunque no siempre resulte visible o tangible. En el mercado laboral, por cierto, la presencia estatal y gubernamental era absoluta y hegemónica, aunque desde la crisis de la década de 1990 sufrió cuantiosas deserciones, habida cuenta de que los salarios oficiales resultan insuficientes para los niveles de gastos del empleado promedio y muchas personas en edad laboral prefirieron pasar a la actividad del "invento", término cubano en el que se engloban las más disímiles estrategias de supervivencia.

Entre los "nuevos negocios" a los cuales han acudido los cubanos bajo las condiciones legales recientemente aprobadas, dos sectores han resultado los más recurridos: la gastronomía y la venta de productos agrícolas en todos los puntos de la ciudad. La avalancha de cafeterías, pequeños restaurantes y vendedores callejeros y ambulantes (que necesitan una mínima o ninguna inversión previa) han introducido un ambiente de creatividad y movilidad que, en el aspecto físico, va dando al entorno urbano una imagen de feria de los milagros en la que cada cual vende lo que puede y como puede: las cientos de cafeterías (y uno se pregunta: ¿habrá clientes para todas esas cafeterías, en un país donde la mayoría de los salarios, como ya se ha dicho, apenas garantizan la subsistencia?) brotadas en cada esquina, en portales, o locales rústicos, casi siempre surgen sin la menor sofisticación y con la característica de que los alimentos adquiridos se consuman de pie, en las aceras, ofreciendo una imagen de provisionalidad y pobreza que resultan dolorosas.

Mientras, los vendedores de hortalizas y algunas otras producciones agrícolas han optado por puestos aun más endebles y peor montados, e, incluso, por la venta en las aceras desde las mismas cajas de madera en que los productos fueron trasladados o almacenados. Sin un asomo de sofisticación, con la convicción de que la demanda supera en mucho la oferta y sin intenciones de atraer por la calidad, la presentación o el precio, estos puntos de venta, más que una imagen de pobreza e improvisación están trayendo a la ciudad unos aires rurales y retrógrados de los que La Habana se había alejado hace muchas décadas.

Junto a estos dos rubros ha salido a la luz, oficialmente aceptado, el negocio de la venta de discos compactos grabados con música, cine y series de televisión, pirateadas de las más imaginativas y diversas formas. Este negocio, que parte de la ilegalidad de la actividad que lo sostiene, florece en La Habana gracias a la legalidad que le concede el hecho de que dedicarse a su venta es un oficio permitido y fiscalizado. De este modo, tarimas rústicas, colocadas en portales y aceras, ofrecen al comprador las últimas producciones del cine norteamericano y las más recientes grabaciones de las estrellas del espectáculo, por precios que incluso atraen a los turistas extranjeros de paso por la ciudad.

La búsqueda de soluciones individuales a través del montaje de estos pequeños negocios, sin que existan demasiadas regulaciones arquitectónicas y urbanísticas que los controlen, van dando a la capital cubana una imagen de feria sin límites ni concierto, de ciudad en la que lo rural se mezcla con lo urbano, la novedad con la improvisación y la fealdad y la sensación de pobreza se convierten en el sello más característico. En fin, La Habana cambia porque tenía que cambiar... y uno de los precios que paga es el de su ya bastante deteriorada belleza.

viernes, 1 de abril de 2011

¿QUÉ COSA ES INTERNET?


Yo tenía 14 años y la llamada Comunidad empezó a entrar a Cuba. En mi cabeza adolescente, llena de consignas revolucionarias, actos de repudio contra gusanos, discursos, censuras de silencio “por mi bien” –no digas en la escuela que tu abuela vive en EU, no digas que hablas con ella por teléfono- y, por otro lado, la sublime idea del amor a la familia –es tu abuela, no puedes dejar de hablarle, la familia es la familia-: una adolescente en un mundo dual, extraño, pero que no se cuestionaba… todavía. Una adolescente que soñaba con ser militante de la UJC, con ir a la Universidad y que miraba con profundo desprecio las iglesias y con igual prepotencia a los católicos. Para mí, el mundo de las grabadoras o los canales de televisión extranjeros eran cuentos de ciencia ficción, al igual que los supermercados que apenas entreveíamos en las películas yanquis. Pero llegó la Comunidad, llegó mi abuela con su carga de noticias diferentes, de un mundo que nos ocultaron a fuerzas. Llegó mi abuela y sus 18 años de separación de su país, su hija y sus nietos, a quienes por fin conocía. Y el mundo se me presentó diferente, aunque todavía demoraría unos años más en comprender la terrible orfandad en la que vivía, alejada de los adelantos tecnológicos.
En Cuba no se pusieron las imágenes de cuando el hombre llegó a la Luna. Los Beatles –cantantes de la generación de mis padres- fueron escuchados por nosotros, descubiertos mucho después de su auge. No sabíamos lo que era una casetera, eso sólo era objeto de privilegiados. Nadie conocía qué era viajar a otro país. O qué significaba un horno de microondas. Con el paso del tiempo, las videocaseteras, los DVD, los MP3, los iPod y todo lo que perteneciera al universo de los adelantos eran avis raris en la vida cotidiana del cubano. Porque Cuba, desde hace 52 años, siempre ha vivido dentro de un muro donde la población recoge las migajas que los gobernantes deciden, olímpicamente, otorgarles.
No asombra que el gobierno cubano prohíba Internet, satanice a los blogueros, minimice una explosión internacional que se llama FB, TW, redes sociales, chats. No es nuevo que estemos en el submundo de la información global. Es patético y triste que la gente en las calles se pregunte qué rayos es Internet, qué significa un mundo virtual donde cada quien dice lo que piensa, con la absoluta libertad de increpar a gobernantes, alcaldes, amigos, catedráticos, al Papa y a Dios sin caer presos ni ser censurados. No pueden entender cómo encendiendo una computadora se pueden comunicar con el mundo en cuestión de segundos y enterarse de lo que sucede en el Universo. Es un contexto de ciencia ficción, extraño, llamativo y, como todo lo demonizado por la Revolución cubana, el pueblo imagina que es bueno, genial, único. Tan bueno como los Beatles que nos negaron o la TV por cable que lleva a muchos cubanos a la cárcel.
Internet existe y los cubanos ya lo saben. Se les escapan sus matices, sus navegaciones y el increíble diapasón de posibilidades que tiene. Lo intuyen como un espacio de liberación. Es un tokonoma en la Isla-cárcel. Pero está ahí, a la espera, como la manzana de la provocación. Y no puedo dejar de pensar en mi ahijado, ese hermoso niño nacido sin culpas en un país que lo convierte en víctima inocente. Vuelvo a ver sus grande ojazos y su pregunta, cándida y cargada de futuros designios: “Madrina, ¿me puedes explicar qué cosa es Internet?”