El 19 de diciembre de 1910 nació en La Habana un niño que estaba signado a convertirse en uno de los grandes escritores de Cuba y las letras españolas: José Lezama Lima. Con el transcurso del tiempo, la obra de Lezama pasó a formar parte de los anales literarios, no obstante la incomprensión, persecución y desidia a la que fue sometido en toda su vida.
Hoy no les voy a hablar de su obra sino de cómo el azar concurrente hizo que yo conociera a un escritor censurado en su país por años. Porque aunque ahora haya una especie de “regocijo cubano” por las efemérides, lo cierto es que, en 1985, cuando quise hacer mi primer trabajo acerca del autor –en la Universidad de La Habana- no me lo permitieron, con el pretexto de que “iba a ser muy difícil para mí”. Pero mi historia con Lezama empieza antes.
Estaba yo en el preuniversitario –bachillerato, prepa- cuando, por un trabajo extra que estaba haciendo para un concurso, cayó en mis manos Cambiar las reglas del juego, de Armando Hart. Allí se hablaba de Lezama y empecé a indagar quién era ese escritor del que el flamante Ministro de Cultura hablaba nada bien. Sólo saqué en limpio que era un autor censurado, homosexual, contrarrevolucionario –fue lo que me dijeron. No pude sacar más nada de mis insistentes preguntas a conocidos literatos pero Lezama ya estaba en mi camino.
En el primer semestre de la Universidad, había una asignatura en la que nos enviaban a trabajar, durante un mes, en un lugar relacionado con nuestro futuro profesional. Me tocó el Municipio de Cultura de Centro Habana –por la cercanía a mi casa. Cuando llegamos el primer día, nos explicaron que realizaríamos unas investigaciones de escritores que habían vivido –o vivían aún- en el municipio. No pude creer en mi suerte cuando el nombre de José Lezama Lima retumbó en aquella oscura oficina.
Mi amor a Lezama despegó aquella mañana de enero de 1984 y, durante los años, ha sido más que un influjo poderoso: se ha convertido en parte de mi vida. El azar concurrente que permea toda su obra irrumpió en mi existencia para no abandonarme jamás: mi tesis de Licenciatura, el Premio Pinos Nuevos 1997, la tesis de Doctorado y todos los eventos en los que he participado son una muestra de ello. Hoy, 19 de diciembre de 2010, quiero recordarlo como el hombre que fue, el cubano excepcional que aguantó, contra viento y marea, el escarnio público. Sus censores pasados son sólo sabandijas que se tragará la Historia. Mientras, él, escritor de nuestras esencias, vibra en el parnaso de los grandes.
QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LO ACOMPAÑE, HOY Y SIEMPRE.
FOTO: IVÁN CAÑAS.
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