No soy poeta. Ni lo pretendo. Es la primera vez en mi vida que escribo un elogio. Uds. me dirán.
QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE
YO, EL VIENTO, TE
CANTO, SAN JUAN.
Soy el viento
caminante, color del ópalo y sabor a muerte. Viento que recorre veredas, a
veces olvidadas, camino a tierra adentro. No me busques como ente material
porque solo soy sonido y fuerza.
Pero te miro,
desde mi altura. Te aprecio. Te acompaño. Te saboreo, ciudad sublime.
Me despierto
contigo y agonizo en tus miles de muertes.
Oh, San Juan del Río, con sabor otomí a maíz,
frijol, calabaza y maguey. En tus ondas pervive una canción que remonta los
siglos y nos llena de orgullo por los orígenes, esos que hoy son sangre y
tejido de nuestros cuerpos. Yo, el viento, te canto y te rindo pleitesía por tu
impulso añejo y tu presente de gloria. Porque supiste marcar los caminos y señalar
el futuro de la región, próspera simiente del territorio queretano.
No puedo lamentar
el pasado, San Juan, porque no venimos de Grecia ni de Roma.
NO.
Nuestra estirpe
señala a la savia indígena que pobló este universo. Dios pintó este rincón de
su Paraíso, aquí en la Tierra y tuvimos la dicha inmensa que fuera en nuestro
orbe.
Somos raza de sol
y bronce, nacida en los campos fértiles y brillantes, como el ópalo que anida
en tu suelo. Soy multicolor, cobija para visitantes y motivo de satisfacción
para todos. Eres San Juan del Río, tierra envidiable en la región y en todo México.
Soy, junto a ti.
No llores porque
por tus venas corre sangre guerrera.
Yo, viento y ser,
uno solo.
Yo, que dejo de
ser viento para convertirme en huesos de San Juan.
Fuiste frontera
durante la confrontación entre los grupos chichimecas llamados bárbaros y el
expansionismo virreinal.
Ahí estaba yo, al
lado del río, sumiéndome en la savia preclara.
Mi hermoso y a
veces olvidado San Juan, en tus hijos yace la más importante semilla. No te
podemos negar porque en tu signo radica la fuerza permanente de nuestro empuje.
En tus hijos,
ayer, hoy y mañana, tus estrellas.
Recorro el valle,
con mi paso pausado o encabritado, como a veces el río, pero siempre a tu
servicio. Niño indócil que ante ti se
postra, cantando con su murmullo los paisajes que recorro.
Te canto, pueblo
adorado.
En tu gente radica
todo el valor y la prosperidad.
Tu gente, San
Juan, lucha todo los días por hacer de la ciudad un lugar espléndido.
Hombres de ojos
soñadores y cálidos.
Aman, ríen,
construyen.
Y son los hijos
del Sol.
Hay magia en tus
calles.
Un sitio mágico
siempre tendrá su río, cantor de leyendas y colofón de mitos.
Una ciudad sin
ríos es una ciudad sin enigmas.
Tú tienes ambas,
inmersas en tu nombre y en tu estirpe.
Estira la mano y
encontrarás la noche y su mano amiga.
Y la muerte, San
Juan, inseparable acompañante de la vida.
Ahí, en tus
majestuosas calles, la muerte corre junto a mí.
Conmigo.
Y contigo.
Por los barrios de
siempre. Porque no por gusto la Cruz del Señor guía y nombra a tu gente.
El antiguo panteón
de la Santa Veracruz es tu guarida y tu nombre.
Porque la muerte
en Mesoamèrica fue distinta a otras regiones del mundo.
Porque la muerte
laica en la Nueva España fue el encuentro postergado con Dios.
Porque la muerte
moderna, San Juan, nos marca en el posible olvido.
San Juan Bautista,
tu patrono, vela por cada uno de tus hijos. Yo lo hago junto a él, conocedor
del sentido místico de la existencia.
Ora con él. El
Profeta más grande nacido de mujer.
Precursor glorioso
del Sol de Justicia, voz del Verbo Eterno.
Abre los caminos
de este, tu pueblo, con tu nombre y en tu nombre.
Tienes tu puente
de Historia pero, en realidad, toda la ciudad es historia.
Miguel Hidalgo lo
cruzó para construir los nuevos anales de la Patria que se formaba, en pos del
triunfo y el honor de los mexicanos.
En los pasos de
los transeúntes.
En las danzas de
moros y cristianos o del rey Saúl que conmueven tus calles y hacen presente el
pasado.
Iztachichimecapan
legendaria, a ti te canto hoy y siempre.
Eres ciudad en los
versos y las palabras mágicas de escritores y cantantes.
Oasis anhelado en
medio del dolor y la soledad.
Oh, San Juan, para
ti van mis loas.
A tus triunfos.
A tu historia.
A tu gente, que
son los que logran la magia de tu presencia día a día.
Cosmopolita, te
abres al mundo y regresas a los orígenes. Esa es tu gran virtud.
No te cierras
porque sabes que en ese acto se puede dejar de crecer.
Tú no, ciudad.
Tú te empinas cada
día sobre las penas y los obstáculos. Porque eres grande.
Eres, ciudad, cuna
y sostén.
Deseo y lágrimas.
Nadie quiere morir
lejos de tu encanto y tu halo magnético.
Ni yo, el viento
peregrino.
Porque reconozco
la presencia intangible de lo sublime.
De la mano austera
de Dios.
Va para ti mi
saludo.
Mi palabra y mi
silencio redentor.
2 comentarios:
Felicidades, te conociste San Juan hasta el tuétano. Gracias
Cariños
Tere
Es una poesía magnífica; me cuesta trabajo saber que no ganó. Sigue escribiendo, por favor. ¡Ánimo!
Vicky
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