¿POR QUÉ AMO A MÉXICO?
Quizás se pregunten por qué escribo del amor a México si no nací
en este país. Los restos de mis antepasados no reposan en tierras
aztecas y por mis venas no corre sangre mexicana. Obviamente, no me
gusta el chile y todas las comidas me pican horrible. Vivo en el D.F y
me choca su tráfico, la contaminación y el estrés con que se sobrevive
en esta mega ciudad. Me aterran muchas de las características de una
sociedad violenta, inhumana, sangrienta; la falta de honestidad y
escrúpulo de gente que menosprecia a sus semejantes y de un universo
sumido en el interés y el desdén por la vida de los demás. Entonces,
¿por qué amo a México?
México
es el país de mi hija, donde nació y crecerá, con un futuro que le
enseño a construir lejos del odio y la intolerancia. Cuando veo su
sonrisa amplia, inocente, plena de promesas seguras,
comprendo –más allá de un posible raciocinio- que este país es único
porque sus niños lo hacen diferente. Y en ella descansa no sólo el
porvenir sino la presencia real de un México al que no se puede dejar de
querer.
Paseo
por territorios hermosos, repletos de historias e Historia, donde
conviven las tradiciones, el folklor y la milenaria presencia de un
pasado que nos recuerda, paso a paso, que la grandeza se escribe a
diario entre restos arqueológicos y salones de clases. No puedo dejar de
sentir profundo respeto por una identidad que se construye buscando en
el pasado y proyectando al
Universo un canto de triunfos palpables. No puedo dejar de amar a México
por sus memorias escritas y orales, las que mantienen vivo el legado de
toda una nación.
Contemplo
una hermosa puesta de sol en Puerto Escondido y mi corazón se abre a
todos los cantos poéticos que ha generado en la mente de los autores
mexicanos la grandeza del paisaje. Paseo por el Zócalo de la ciudad y me
imagino a Martí a mi lado, camino a la casa que, generosamente, le
brindó su gran amigo Mercado. Porque la generosidad es una muestra
excepcional de este pueblo, cálido en las buenas y en las malas, amigo
incondicional de los necesitados. Y, entonces, comprendo que no puedo
dejar de amar a México porque cuando las puertas se cerraron en mi país
de origen y la oscuridad se apropió de mi vida, fue México y su gente
quienes me ofrecieron refugio, abrigo, hermandad y posibilidad de
crecimiento. Porque su gente me sonríe y me tiende la calidez innata de
sus existencias. Y en cada pueblo, región, mar, montaña, siento la
inmensidad de sentimientos que cobijan los corazones mexicanos. Porque
el himno ha dejado de ser palabras huecas para mí.
Se
ama lo bueno y lo malo. Se quiere más allá de la lógica. Se llora con
las desgracias del vecino y se brinda parte de lo que uno tiene en la
adversidad. Se canta cuando es necesario y se grita Viva México entre el
tequila y el mole. Son presencias intangibles difíciles de explicar y
que sólo se entienden cuando uno vive inmerso en un país excepcional.
Porque mi cuerpo será polvo de esta tierra y mi palabra recuerdo para todos.
Entonces, ¿cómo no amar a México?
4 comentarios:
Gracias por compartirnos tus francas y sensibles palabras. Fueron para mi como una ola refrescante en un caluroso día. Cómo poder no amar a este país! Debiéramos todos mexicanos pensar de forma continua como tu. Supongo que estas reflexiones no nos vienen a la cabeza nada frecuentemente y por ello tus palabras me dieron tanta emoción.
Martha
Quiero Felicitarte por tan emotivo
PORQUE AMO MÉXICO. me encantó eres una excelente escritora.
María Eugenia
Gracias Yami por ese artículo sobre México, que me conmovió sinceramente...
Lourdes
Qué buena reflexión, Yami. Gracias.
Publicar un comentario