Las votaciones en
Venezuela me dejan con sentimientos encontrados: un profundo amargor en la boca
y una enorme calidez humana. Respeto, admiración, pleitesía, le brindo hoy al
pueblo de Venezuela que supo sobreponerse a la apatía y salir a votar. Veo a
los miles de venezolanos que se organizaron en Miami y armaron sus caravanas
para trasladarse los cientos de kilómetros que los separaban de las mesas de
votación. Vi la alegría, la esperanza
por un futuro mejor. Ante estas historias de abnegación y sacrificio,
ante la dignidad de un pueblo que confió
pero no s e durmió y ahora lucha por la democracia como antes lo hizo
por un sueño envuelto en palabras bonitas, no queda sino quitarse el sombrero y
besar la tierra que da gente tan llena de civismo patriótico.
Chávez acaba de ganar de nuevo pero, a efectos prácticos,
perdió muchos votos y Capriles subió
peldaños en esta batalla. Venezuela ha demostrado al mundo que sabe luchar y
creer. Y eso me hace sentirme triste porque mi país está lleno de separaciones,
odios, rencillas; porque somos incapaces de unirnos para lograr una patria
mejor. Los venezolanos en el exilio ejercieron su derecho al voto, demostraron
que aman a su país y quieren un mejor futuro para sus hijos. ¿Cuándo, me pregunto,
podrán los casi tres millones de cubanos que forman la diáspora, ir a votar en
elecciones plurales por un presidente? ¿Cuándo podremos, estemos en el lugar
del mundo que estemos, ir a NUESTRA embajada –no la embajada de los
adeptos a una ideología- y votar sin ser llamados gusanos, apátridas, quedados?
Los venezolanos que han salido los últimos años de su país lo han hecho, la
gran mayoría, por motivos políticos. Pero ellos pueden votar. Nosotros no.
Sueño con el día glorioso en que yo pueda votar por un
presidente en mi país. Un presidente que se haya batido en un duelo igualitario entre
varios candidatos que presentaron sus plataformas. Sueño con una Cuba
respetuosa del derecho de todos los cubanos –vivan donde vivan- y con
compatriotas que sean capaces de amar a su patria por encima de todo. Sueño con
mi primer presidente libre porque, a mis 47 años, ya voté por un presidente
mexicano pero jamás lo he hecho por un cubano. Y eso duele como nadie lo puede
imaginar.
Si las elecciones en
Venezuela han demostrado que el Socialismo se puede mantener, 14 años después,
por la votación popular, entonces, ¿por qué en Cuba no se arriesgan a realizar
comicios libres, con candidatos opositores, tal y como acabamos de ver en el país
suramericano? ¿Cuál es el miedo? ¿Necedad? ¿Prepotencia?
Sólo nos queda, estemos donde estemos, luchar por ese día para Cuba. Cada uno a su forma. Poniendo un granito de arena en la gran ola que moverá a la Isla de su mutismo.
Y soñar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario