QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

viernes, 24 de agosto de 2012

Sin el cese de la represión y de la exclusión no hay actualización posible

Comparto con uds. hoy un escrito lúcido y valiente, de los pocos que se pueden leer sobre Cuba. Desgraciadamente, el odio, la intolerancia, la exclusión y la barbarie están minando al país como nunca. Nada de todo esto es provechoso: a río revuelto, ganancia de pescadores. Y los pescadores de hoy son gente sin escrúpulos, una élite hija de los mismos que promueven el odio.

El futuro de Cuba es inicerto y peligroso. No lo puedo negar, me preocupa y me da miedo. Veo a mis compatriotas divididos por rencillas y rencores absurdos, fomentados por el mismo gobierno de siempre. Incapaces de saltar la inmediatez, los cubanos de hoy en día viven en la pura sobreviviencia, en la envidia y la indiferencia profunda por el mañana. Mi país se dirige a un baño de sangre, a un enfrentamiento entre hermanos que ya se vislumbra. No existe, en el vocabulario cubano de hoy, conceptos como tolerancia, respeto a lo ajeno, pluralidad. Si alguien utiliza esos términos, es tachado de gusano o payaso. Un pueblo supuestamente instruido cae, todos los días, en la más profunda de las ignorancias.

Hace tiempo que abogo por levantar  puentes y olvidar: es el único camino posible. Doloroso, cierto, pero imprescindible. Pudieron los alemanes, los chilenos, los argentinos, ¿por qué nosotros no? Pero mientras haya un solo cubano que se preste al juego cruel de atacar la diversidad -sea por miedo, desconocimiento, compra o estupidez- no estamos haciendo el trabajo necesario.

También mi voz se une al torrente que exige el fin de la era de las cavernas y del golpe o la injuria como respuesta a los cambios. Estos vendrán, tarde o temprano -los reales, los ciertos- y entonces los injuriados de hoy creerán que están en su derecho de hacer lo mismo que ahora les hacen. Y nos moveremos en un círculo vicioso sin fin que destruye a la Patria y aleja a los cubanos.

Soy cubana, en cualquier lugar del mundo donde me encuentre. Me duele Cuba y no quiero una guerra fraterna. Es la hora de las uniones y en nosotros está la obligación ética y ciudadana de despertar conciencias. No debemos quedar ante la Historia como un pueblo de salvajes que no supieron -o quisieron- escuchar los bramidos de los nuevos tiempos.

 He aquí un fragmento del texto que les propongo. Pueden leerlo completo en: http://convivenciacuba.es/content/view/804/59/



Todos los cubanos y cubanas sinceros consigo mismos, saben, comprueban y diferencian que el daño real y peligroso no lo hacen los discrepantes u opositores políticos pacíficos, sino los que quieren vivir de la ilegalidad y la permisividad de unos Órganos que se han centrado equivocadamente durante cinco décadas en un objetivo que son las personas que discrepan porque aman a Cuba, porque ven claro sus males y soluciones, y han decidido permanecer en nuestro país para trabajar por su cambio, por el mejoramiento humano, por el pluralismo político, por la eficiencia económica, por el progreso social y por el desarrollo humano integral.
Hágase una evaluación objetiva y multidisciplinaria de esta realidad y se verá, de forma transparente y definitoria, cómo sirven de paradigma y cuestionamiento, en la Cuba de hoy, estas palabras del Apóstol que logró la unidad en la diversidad de Cuba, de las cuales se cita con frecuencia la primera frase pero se desconocen las restantes que dan la visión más universal e integradora que estadista alguno pueda dar a nuestro país. Detengámonos en cada idea de esta larga cita de Martí. Que este sea un programa de trabajo y una visión de la verdadera “actualización” que queremos para la Nación:
“Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen…No ha de negarse que con la mucha aspiración sobrante en Cuba, por la mucha inteligencia, y el poco empleo que en aquella vida de limosna, menos deseable que la muerte, hallan los talentos desocupados, viene criándose en Cuba como un hábito de mutua desestimación y de celo rinconero, como un codeo excesivo y egoísta por el plato de la fama o de la mesa, que no preparan bien para la generosidad y concordia indispensables en la creación de la república, y es de esperar que desaparezcan en cuanto pueda echarse la actividad comprimida por más amplios canales, en cuanto la tierra nueva se abra al trabajador, el comercio al criollo, el periódico a la verdad, y la tribuna a la enseñanza, que es su verdadero empleo. ¡Ah, Cuba, futura universidad americana!: la baña el mar de penetrante azul: la tierra oreada y calurosa cría la mente a la vez clara y activa: la hermosura de la naturaleza atrae y retiene al hombre enamorado: sus hijos, nutridos con la cultura universitaria y práctica del mundo, hablan con elegancia y piensan con majestad, en una tierra donde se enlazarán mañana las tres civilizaciones. ¡Más bello será vivir en el lazo de los mundos, con la libertad fácil en un país rico y trabajador, como pueblo representativo y propio donde se junta al empuje americano el arte europeo que modera su crudeza y brutalidad, que rendir el alma nativa, a la vez delicada y fuerte, a un espíritu nacional ajeno que contiene sólo uno de los factores del alma de la isla, -que vaciaría en la isla pobre y venal los torrentes de su riqueza egoísta y corruptora, que convertiría un pueblo fino y de glorioso porvenir en lo que Inglaterra ha convertido el Indostán! Y para esa vida venidera, para esa vida original y culta, que haría del jardín podrido una nacionalidad salvadora e interesante, una levadura espiritual en el pan americano, un altar donde comulgasen a la vez, en la dicha del clima y la riqueza, los espíritus del mundo, no son buena preparación el celo rinconero, la fama a dentelladas, la reducción de la mente en controversias y quisquillas locales.” [1]
Dos son los principios éticos para reconstruir la nación cubana: uno, que la libertad se convierta en responsabilidad y generosidad. Dos, que el respeto a los derechos de todos se convierta en el fundamento de la paz.
El mismo Martí que fundó nuestra Nación respetando la diversidad no quiso hacer proyectos utópicos, tan grandiosos como irrealizables porque están vacíos de alma, que por ello se derrumban en un día, sino que quiso que la ley primera de la República fuera “la dignidad plena del hombre”. Esa edificación en el amor no se funda solo en el proyecto de convivencia comunitaria que nos presenta la cita anterior sino también, y sobre todo, en la nobleza de alma de la siguiente descripción de la persona que desea ser un ciudadano libre: “El hombre de pecho libre niega su corazón a la libertad egoísta y conquistadora, y adivina que el triunfo del mundo, más que en los edificios babilónicos caedizos, reside en la abundancia de la generosidad, en aquella pasión plena del derecho que lleva respetar el ajeno tanto como el propio.”[2]
Esta sería una cubanísima forma de actualizar el País en la inclusión y la reconciliación, y no un sistema o un único partido. Sería también una manera de reconstruir la persona del cubano que sufre la erosión antropológica propia de la masificación colectivista.
¡Hagámoslo entre todos!

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