Acabo de ser testigo de la más kafkiana interpretación de la ley que jamás pude imaginar. Y miren que en mi trabajo diario leo horrores. En la farmacia del Soriana cercano a mi casa, una joven llegó con una receta –nunca supe a ciencia cierta qué quería comprar- y la farmacéutica no se la aceptó porque no traía la fecha. Hasta ahí todo era lógico: si no aparece fechado, ¿ puede imaginar alguien cuándo fue recetada la medicina en cuestión? Pero la joven le ripostó que la ley decía que bastaba con la firma y el número de la cédula. Presentí que el asunto se ponía buenísimo y dejé pasar a dos personas de la cola sólo para ver en qué terminaba aquel duelo. La sorpresa vino cuando, escrito en mano, la despachadora interpretó la ley en cuestión. No, no la leyó solamente: se atrevió a una muy libre explicación del verbo “adquirir”.
No sé de dónde sacaron la ley en esa farmacia. En palabras textuales de la vendedora, la receta tiene que tener la FECHA DE ADQUISICIÓN . Y la joven, malhumorada ya, le ripostó que ADQUISICIÓN significa COMPRA pero… sorpresa: para nuestra farmacéutica ADQUIRIR implica que cuando el médico remite, ordena, expide, manda, cursa, emite, instruye una prescripción, el paciente está ADQUIRIENDO UNA RECETA.
Creo que aquí hay varios puntos interesantes de análisis. ¿Por qué –me pregunto- si existe un número elevado de sinónimos en español para el acto de expedir una receta, el (los) que escribieron la ley colocan un ambiguo ADQUIRIR? ¿Acaso en nuestro hermoso idioma no viven, existen, hay, se emplean, destinan, aplican, etc, etc, un considerable número de sinónimos? ¿Podemos exigir el cumplimiento de una ley si no viene bien escrita? ¿Alguien le dijo a los expendedores de medicinas que ellos tenían que interpretar la ley? ¿Podemos confiar en un precepto m al redactado y peor definido?
Según la RAE, adquirir es:
1. tr. Ganar, llegar a tener algo:
adquirió la experiencia que necesitaba.
2. Comprar:
adquirió un coche de segunda mano.
Es decir, ¿ganamos una receta? O más ambiguo todavía, ¿llegamos a tener una receta? –como si fuera un concurso. Es aberrante que mientras las escuelas y la sociedad en general están tomando la decisión inadmisible de estudiar, hablar, entender y comunicarse en inglés, las personas que deben escribir las leyes no poseen ni la más mínima idea del uso del español y dejen a farmacéuticos –que podrán ser excelentes en su rubro, no lo niego- la terrible responsabilidad de una interpretación descabellada. Si no se maneja el idioma materno, ¿qué hacemos experimentando en inglés? Qué maravilla: analfabetos funcionales en español, que no conocen el significado de las palabras, no utilizan sinónimos correctos e interpretan lo que les viene en gana pero… genios en inglés. Mexicanos que no pueden comunicarse en español y pretenden realizar largos discursos corporativos en otro idioma.
Hoy fue una receta que no se vendió. Mañana puede ser peor: mañana, quizás, la vida de una persona corra peligro por una nefasta redacción y una paupérrima interpretación. Claro, eso no es importante: lo realmente imprescindible es mostrar a ciudadanos con un acento anglosajón impecable.
Ke chido, güey. Vamos a adquirir español.
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