Pitibuchi ha aparecido hoy, agosto del 2007. Y aunque nació hace tiempo, en La Habana, sólo ahora se decidió a compartir sus ideas y escritos. Aquí hablaré de Literatura, de cine, de Arte, de museos y -¿ por qué no?- de la vida.
QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.
REVISTA AEDA
viernes, 26 de febrero de 2010
ENTRE EL EROTISMO, LEZAMA Y EL CUENTO NEGRO: CRÓNICA DE UNA FERIA
Les cuento todo lo que sucedió en la Feria. La lectura del domingo fue algo sorpresiva para mí, por la cantidad de público. No pensé que Lezama levantara tanto interés. Al ver el auditorio tres abarrotado, con gente de pie y todo, me sentí muy bien porque, una vez más, la palabra del Maestro llegaba a todos.
El jueves tuve la inmensa dicha de compartir mesa con Odette y Nadir. Pensaba leer sólo un cuento pero el tiempo dio para dos. Abrí con "¿Serás bobo, Arnaldo?" y escuchaba las risas del público. Luego, por primera vez ante un auditorio mexicano, leí "Hay un bebé que llora". Se sentía la angustia en el lugar, un silencio sepulcral y caras medio llorosas ante la galopante historia. Al final, un aplauso cerrrado, cargado de hondas emociones, me conmovió. Ha sido una experiencia única poder compartir esta historia, mención en Semana Negra de Gijón. -que ya publiqué en este blog y en el número dos de Aeda.
En fin: que todo quedó de maravillas y espero regresar el próximo año. Mi agradecimiento a Odette Alonso por la invitación.
Y para que no haya más reclamos, los dejo con "¿Serás bobo, Arnaldo?", Primera Mención en el concurso de cuentos eróticos de Camagüey 1998.
¿ Serás bobo, Arnaldo ?
De buen humor: a Senel Paz.
Y a David, por el impulso.
“ Las teorías de Arnaldo”
Cuando conocí a Arnaldo me pareció un poco paranoico por el asunto de la virginidad de las mujeres. “No me interesa si eres virgen o no- me dijo, con una cara de post-masturbador que me conmovió- No me ha interesado nunca”. “¿ Qué buscas, entonces?- le dije- ¿ A la que vuela ?”. Creo que no me entendió, Arnaldo no era muy ducho en cine- ni en nada intelectual. Comenzó a explicarme su teoría. “Cuando la muchacha es virgen el asunto es delicado, ¿ entiendes ? Uno no goza mucho ni ése es el objetivo”. Lo interrumpí, un tanto cortante quizás, pero me crecían los deseos de molestarlo. Quería derrumbar aquel muro de machismo afro-cubano que emergía por todos sus poros.”¿Y cuando el muchacho es virgen? ¿No será ése tu caso?”.” Que pasa, mima, yo soy un hombre cujeao “ me dijo y vi en su pose, en sus gestos, lo que pensó y se calló por ser la primera vez que tocábamos el tema “ Y la tengo bien grande, para que lo sepas “. Lo cierto era que Arnaldo y yo llevábamos como un mes saliendo juntos y me hacía la sueca ante sus: “Tú eres la única que me gusta “ “ Contigo no tengo necesidad de pensar en otra “ “ ¿ Le darías a tu papito todo lo que él te pida ?”. Nunca me preguntó si había estado o no con otros hombres y, por lo tanto, no me sentía obligada a explicarle nada. No soy una buscadora de sensaciones, ni cazo hombres, pero estaba atravesando una situación difícil emocionalmente y, bueno, ¿por qué negarlo ? el mulatón me divertía, la pasaba bien a su lado y... me gustaba. A sus teorías le podía hacer caso o no, los hombres- ¡y las mujeres!- se prueban en la cama. Por eso, cuando lo oí un día hablando con su sobrino, no me escandalicé en lo absoluto. “¿ Entiendes, chama ? Entras con todas tus fuerzas y entre más sangre, mejor. Que sienta todo tu tamaño, o, al menos, buena parte de él ; y si llora y te clava las uñas en la espalda no te asustes ni te molestes. Guapo ahí, como todo un macho. Oye los consejos de tu tío. Quiere decir que has hecho un trabajo perfecto “.Aquello me pareció tan cómico y tan absurdas las serias caras de los “machos” que decidí bajar la guardia y permitir que Arnaldo actuara.
“Arnaldo y yo vamos al cine”.
Por primera vez desde que nos conocimos, Arnaldo y yo fuimos al cine. Hasta ese momento, sólo habíamos ido a fiestas, a casa de amigos o a comer. Pero yo ya había tomado una determinación... y la iba a poner en práctica.
Los cines. Lugares ideales para calentarse, tocar, apretar, chupar. Escogí una película perfecta, El espejo. Arnaldo no iba a aguantar ni diez minutos y, para no aburrirse, querría hacer algo. Lo planifiqué todo: Cinemateca, frío insoportable, sala vacía, asientos arriba. Manos al asunto.
Como a los siete minutos de haber empezado la película, Arnaldo lanzó un suspiro y me susurró: “Oye, mamita, ¿ tú entiendes esto ? ¿Estás loca ? ¡No me dijiste que era un filme chino!” “Chino no- le riposté- es ruso”. “¡ Será ruso, pero para mi está en chino! “. Para tranquilizarlo, puse mi mano en su rodilla y me apreté contra él. Al ratico, comenzó a besarme las orejas, el cuello, los labios. “¡El tipo se está calentando! “- me dije y empecé a subir mi mano poco a poco. Ya estaba muy cerca de la cosa cuando me la quitó del camino que llevaba ¡Vaya ! ¿Qué pasaba? ¿No quería que supiera el verdadero tamaño del mandao ? ¿No se le paraba ? “Déjame tocártela- balbuceé en su oído- sino, no me caliento” “Tranquila, déjame a mi las iniciativas. Tu papel es responder, no atacar”. Me acarició los senos, primero con suavidad, después con un hambre como si no hubiera comido en tres días. Todo me dio vueltas y quise gritar pero lo único que hice fue moverme en el asiento. ¡Qué bulla empezó a hacer la condenada butaca ! Para colmo, el espacio no me dejaba mover las piernas. Intenté meter su mano debajo de mi vestido, pero nada: el tipo había establecido una frontera mágica de mi cintura para abajo. Quise cogerle el bicho y volvió a esquivarme. “Dámelo, lo quiero en mi boca- le dije temblando. Me soltó y recobró su compostura. ¡Ah, ¿ qué es esto ? ¿Será maricón ? Sí, a lo mejor se hace el macho y nada en las dos aguas. ¿Será impotente, y le dará pena? En ese momento, recordé la historia del hombre que sólo se le paraba si la mujer le metía un pedazo de vela por el culo : le metía la vela, se le paraba; le sacaba la vela, se le caía. ¡En ese trajín toda la noche! ¡Y nada más que con velas! ¿Sería ése su caso ? Tanteé en la cartera: un peine, un pañuelo, un creyón de labios, el espejo, algún dinero, las llaves. ¿Con el creyón, que es gordito? Pero si no se ha dejado tocar la cuestión, ¿cómo le toco el fondillo? Deslicé mi mano por su asiento y con trabajo la puse bajo su nalga. “Oye, oye, quita eso de ahí” y de un tirón, sacó mi mano. Desesperada, no sabía qué hacer. ¡Necesitaba saber el tamaño del dichoso aparato, ver mi material, la calidad de la carne ! Salté al piso y le mordí la picha. Dio un brinco, el asiento se derrumbó, la película se cortó y no sé a qué imbécil se le ocurrió encender la luz.
“¡ Oh, Cristo !”
“Hoy soy todo tuyo, nena. Para lo que quieras”- me dijo Arnaldo aquella tarde apenas me recogió en su casa. “¿ Para cualquier cosa que yo quiera ? “ .“ Sí”. Pensé rápido y con una enamorada sonrisa le respondí: “Quiero ir contigo al otro lado de la bahía... a hacer una visita especial”.
Apenas nos bajamos de la lancha, me pareció extraña su forma. Tenía un cierto aire de o-be-dé-ce-la, como si alguien le hubiera sugerido esa actitud. ¿O sería parte de sus tesis? Bueno, ese era su asunto: no me iba a ablandar con esa carita de niño-bueno-mami-hoy-me-comí-toda-mi-papa. Con ese halo de ingenuidad, más bien me calentaba y me daban deseos de devorarlo a chupadas limpias. Pero, ¡atención! ¡Con calma !
Tomamos a la izquierda, hacia los fosos de La Cabaña. A mitad de camino me detuve y le enseñé el Cristo que se levantaba justo delante de nosotros con sus amplios brazos bendiciéndonos. “Vamos a subir por aquí. Es difícil pero hoy quiero soledad”. No dijo nada, me tendió la mano y con un poco de trabajo escalamos la pendiente. Me detuve, con el aliento alterado, miré, calculé la distancia y saqué un amplio nylon. “Ven, vamos a sentarnos”. Se colocó a mi lado mientras las sombras nos envolvían. “¿No habrá mosquitos? “ ¡Al fin había roto su mutismo ! “No lo creo, hay bastante aire” “ ¿ Y a éste no le molestará lo que vamos a hacer ?”- y me señaló con el dedo la escultura. Reí con fuerza y mientras decía que no con la cabeza, miré hacia arriba. ¡Qué extraño ! ¡Cristo estaba inclinado, como escuchándonos ! “Arnaldo- le susurré-¿ no lo ves muy echado para delante ?” “Tonta, es tu posición “ y mientras decía esto, metía su mano por debajo de mi saya. Me abracé a él y cerré los ojos. De pronto, su cabeza comenzó a bucear entre mis piernas y lo oí rugir: “¡Ay, Dios mio !” “¡Qué grande es, Dios !”. Comencé a gemir muy quedo y a realizar ligeros y sutiles movimientos de cadera. Arnaldo me lanzó contra la tierra y abrí los ojos un poco asustada. ¡ Cristo se había tapado la cara con ambas manos! “Arnaldo, Arnaldo...-dije entrecortadamente pero lo que tenía arriba de mi era un monstruo bestializado- oye, oye, calma, mira...” ¡ Nada ! Me había arrancado la blusa, el bloomer y con la mano derecha se cogía la cuestión para atacar. “Espera, pipo, yo la quiero”- y, rauda, me incorporé y me la metí en la boca antes que pudiera oponerse-por lo menos, así el otro quedaba a mi espalda y no lo veía. Arnaldo gritó: “¡Raspadura, raspadura!” ¿Y ahora qué rayos quería? ¿Tendría hipoglicemia céfalo-pélvica? ¿De dónde coño sacaba ahora azúcar ? ¡ Oh, Dios, qué raro es este tipo! Me esmeré con labios, lengua, dientes... ¡aquello no crecía ! “¡La raspadura, la raspadura!”- seguía Arnaldo con su cantaleta. Se dejó caer hacia atrás y me arrastró con él. Instintivamente, me agarré de algo duro, flexible, enorme, encima de mí. “¡ Qué rama más sensual ! “- pensé y me monté sobre Arnaldo. “¡Así, así, cómete la raspadura!”- gritó y su bichito se irguió apenas unos centímetros. ¡ Ésta es la mía !. Me coloqué en posición pero no quise soltar mi asidero natural. “Me la meteré en la boca- pensé- así atenuaré mis gritos “. La oscuridad era ya completa, ni a la escultura podía ver. Un movimiento a la derecha- un besito a la rama- un movimiento a la izquierda- un lengüetazo a la rama- hacia arriba- una mordida a la rama- abajo con todas mis fuerzas- una larga y profunda chupada a la rama. Arnaldo se debatía debajo de mí pero ni siquiera me hacía cosquillas. De repente, un dedo poderoso entró por mi culo. “¡Me gusta eso, me gusta eso, pipo !”- le grité. ¡ La fiesta se estaba poniendo buena! Me empecé a mover con más brío, Arnaldo a bramar con mayor fuerza y el dedo a hacerme sentir las delicias infernales contra natura. Nada, que si el tipo no era bueno con la picha... tenía dedos sagrados. Un alarido prolongado de Arnaldo y un mareo que casi me hizo perder la conciencia me lanzó, temblorosa y exhausta, encima de él. Mi rama se escapó de la boca y un líquido espeso y abundante inundó mi rostro. Arnaldo me susurró: “¿Te gustó ?”. Miré hacia arriba, asustada. ¿ Qué le iba a responder? Cristo había recuperado su posición inmortal y en su satisfecho rostro se reflejaba resuelta su tentación. “Sin duda, ha sido el más celestial de mis orgasmos “- le dije y pensé, burlona: “¿Serás bobo, Arnaldo ?”.
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