QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

sábado, 31 de octubre de 2009

CAMINO AL CENTENARIO: OPPIANO LICARIO


Como ya dije en un post anterior, en el 2010 se celebrará el centenario del nacimiento de José Lezama Lima. La morada está inmersa en el cúmulo de homenajes que presupone tan importante fecha. Hoy les brindo una breve reflexión de la novela Oppiano Licario.


En 1977 –y con carácter post mortem- se publica la segunda novela de Lezama: Oppiano Licario. Mucho antes de salir a la luz, Oppiano había mostrado su faz en fragmentos : en la revista Unión (La Habana, 1967 y 1969), Siempre (México, 1968) e Índice (Madrid, 1968), lo que demuestra que fue una obra largamente preparada .Oppiano es un personaje de la primera novela lezamiana, el mismo que está al lado de Cemí cuando la muerte del padre y que representa una guía intelectual en el camino poético del joven. Algunos críticos han querido ver en la figura tutelar de Oppiano la representación simbólica de Juan Ramón Jiménez, no obstante los rechazos de Lezama a la teoría.

No se puede estudiar a cabalidad Oppiano Licario como una novela separada de Paradiso, puesto que ambas constituyen un conjunto. El camino emprendido por José Cemí en su búsqueda de la poesía se complementa en esta segunda publicación, donde Oppiano vive después de muerto, al igual que Hernando de Soto –figura histórica que constituye una constante ficcional en la prosa lezamiana. Licario es un genitor de la poesía, un engendrador de imágenes con su presencia mítica y evocadora para Cemí
"Oppiano Licario es la continuación indiscutible de Paradiso. Mejor dicho: es la misma novela con otro título, una segunda entrega en el relato permanentemente iniciado de esa aventura poética y metafísica, el último fragmento imantado que Lezama pudo sumar a lo que hemos llamado su novela-guía, que finalmente quedó inconclusa…Pero el plan general de la obra (que establece catorce capítulos frente a los diez de que consta la parte publicada) sí estaba trazado en un «Esbozo para el Inferno» que se conserva en la Biblioteca Nacional José Martí y que la crítica considera elaborado inmediatamente después de la publicación de Paradiso, entre 1966 y 1968. Incluso mucho antes de esa fecha Lezama había publicado anticipos de lo que luego sería Oppiano Licario, el primero de ellos ya en 1953 en Orígenes y con ese mismo título, y luego en Unión (La Habana, 1967 y 1969), Siempre (México, 1968) e Índice (Madrid, 1968). En principio el título para esa segunda entrega de Paradiso iba a ser Inferno"

Si en su primera novela José Cemí constituye el personaje protagónico, con un periplo de aprendizaje que transcurre desde el paraíso protector de la familia hasta la salida al mundo, en Oppiano es dicho personaje, que le da nombre a la obra, el que constituye una presencia latente del pasado y une los destinos variables de los que lo conocieron. Porque los personajes que aparecen en la segunda novela lezamiana cierran un ciclo que ya se había iniciado en Paradiso y complementan, correlacionan y delimitan hechos esbozados en la primera novela. Cada obra es un discurso individual, con su propio cuerpo, pero existen una serie de fragmentos textuales –dado por las acciones de los personajes y situaciones específicas de los mismos- que se repiten en el segundo libro, como complemento, clarificación y cierre de las historias “inconclusas” de Paradiso. Oppiano es una especie de suma de fragmentos, donde el sistema poético lezamiano y la representación final del mito de la cubanidad concurrente se nutren y asimilan de todos los elementos presentes con anterioridad en su obra. Por eso no debe extrañar que Ynaca y Cemí, en esta última entrega novelesca, lleguen a una relación sexual, pues fue el propio Oppiano quien los presentó en Paradiso y que Cemí, por lo tanto, vaya a ser padre. O que la historia de Fronesis y Lucía –en la que interviene el mito de la vagina dentada - culmine en Oppiano, con el reencuentro de los amantes, el nacimiento del hijo y la muerte de Fronesis. En este sentido, la última novela lezamiana vuelve a retomar a personajes que en Paradiso quedan en la sombra, aparentemente, olvidados por el autor –exceptuando el fragmento de la guagua- y resurgen en la segunda novela en su aventura parisina: Martincillo, Vivo. Este recrear y reficcionar contextos de su prosa anterior habla de una intratextualidad manifiesta en los textos lezamianos que le permite, mediante dicho mecanismo, recobrar la realidad habanera desde otra óptica, una presencia que recuerda, con mucho, la idea cortazariana de Rayuela . Los personajes de Lezama, sin embargo, llevan implícitas las características intrínsecas del lugar donde vivían, como un sello permanente del contexto habanero donde transcurrió gran parte de su vida.
Todos aquellos que convivían en el solar, en la niñez de Vivo habían acampado en su gitanería, como cuando lo hacían frente a Notre Dame… Acostumbrados a vivir en promiscuidad, procuraban siempre juntarse, buscar un motivo central donde ellos pudiesen sentarse o saltar. Es raro que todos hubiesen ido a parar a París… Unos vivían la misma vida que hubiesen podido vivir en La Habana, vulgar, rota, con cotidianidad oficiosa. Otros, iban de sorpresa en sorpresa, más o menos inútiles, como en una montaña rusa.

Otra vez el tema del exilio y la partida, con un tono menos dramático que en otros textos lezamianos pero siempre presente en la realidad cubana. Precisamente, no todos los que marchan fuera del país mejoran en su vida, para algunos es sólo un cambio de paisaje en el que siguen igual. Este fragmento de Oppiano seduce por su carga triste y una alusión muy directa a que, al final, los exiliados se mantienen en una realidad más o menos inútil, hayan triunfado o no en sus nuevos contextos. ¿Concepción lezamiana del exilio, elaborada paso a paso por su vida? Es muy posible que la propia experiencia personal le haya producido este tipo de impresiones de una falsa prosperidad fuera de la patria, que difiere de la presencia paradisíaca de la familia en Jacksonville. Los personajes de Oppiano sobreviven en un exilio que los ha unido causalmente -ese azar cierto en toda la obra lezamiana- que los obliga a juntarse, compartir, más allá de las posibles diferencias culturales o educacionales. Este fenómeno Lezama lo señala intrínsecamente relacionado a la promiscuidad en que vivieron siempre pero es también y, sobre todo, el deseo del exiliado por compartir recuerdos comunes. La propuesta de un mini cosmos que la novela presenta es similar a la de Jacksonville, donde la estirpe de los Olaya mantiene las tradiciones en suelo ajeno pero con la gran diferencia que en Paradiso la familia se mantiene unida en el exilio y en la segunda novela se juntan los amigos y hasta los simples conocidos, unidos todos por el simple sello de la patria donde nacieron. En un contexto que no es cubano se intenta transportar el país de origen al nuevo destino. Son personajes que, a través de la construcción del texto lezamiano, pretenden no sólo recrear una ficcionalidad sino, además, representar una realidad del exiliado. La familia se diluye en Oppiano, se desmembra desde el mismo inicio de la novela debido a las persecuciones políticas.

No sólo a través de la familia se intenta, desde el exilio, mantener la tradición y la cubanidad. Hasta los simples conocidos o vecinos son los encargados de hacer que sobrevivan todos los elementos relacionados con un mito que se escapa en el tiempo. Como todo exilio, el de los cubanos también está inserto en un mundo de olvidos, donde es necesario mantener la memoria viva a través de las tradiciones legadas por los antepasados. La realidad de todas las posibles historias de los exiliados no tiene que ser, exactamente, lo que cuenta Oppiano porque en cada contexto las personas actúan diferente. No obstante, los individuos muestran un universo que se convierte en real a partir del texto, con la presencia de ciertas características de lo cubano que los hace convertirse en arquetipos de lo tradicional: comidas, gestos, maneras de expresarse. La intencionalidad manifiesta de Lezama, a la hora de colocar a sus personajes de Paradiso en un ambiente francés, aparentemente, sin lógica alguna –como él mismo dice, es muy raro que todos hayan ido a parar al mismo lugar- no interesa sino los efectos que tal mecanismo literario ficcional arroja. Es, otra vez, ese azar concurrente que tan bien hace las cosas.

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