QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

jueves, 15 de enero de 2009

SÓLO TENÍAMOS CATORCE AÑOS

Teníamos catorce años, estábamos en noveno grado y la gente empezó a irse por el Mariel. Así. Sencillamente. Muchos habían callado sus ideas políticas durante toda la Secundaria. No sabíamos quién era quién. Era una época de asombro, llegábamos en la mañana sin saber qué compañero estaría, cuál se habría ido. Era 1980 y el mundo cambió para todos.

Entraba la jefa del PCC y decía: Se acabaron las clases, tenemos un acto de repudio a fulano, que se va. Salíamos contentos -¡no había clases!-, a correr por las calles de La Habana, una masa desbordada y sin control de adolescentes. Nos daban huevos, tomates. Llegábamos a la casa señalada. Gritábamos. Tirábamos todo contra ventanas, puertas. Teníamos catorce años y nos divertíamos, a nadie le quedaba muy claro qué hacíamos. Eran gusanos apátridas que se iban y era necesario repudiarlos. Un día, uno de los “repudiados” –un profesor de la Secundaria- logró huir en una guagua y por un momento, una instantánea, vi sus ojos. Había tanto dolor, miedo, tristeza. Desde entonces, decidí ir, para no quedar “marcada” pero me juré no volver a tirar nada. Y, entonces, pasó lo de Vasallo…

Rafael Vasallo, nuestro compañero de visitas a Coppelia, al cine. Un muchacho callado y muy cortés. El padre estaba preso –pero muy pocos lo sabían. Por eso, por estar en una cárcel, le dieron la "posibilidad" de salir del país: una posibilidad casi obligación con la que Cuba llenaba las lanchas en el Mariel. De repente, Vasallo dijo que se iba. Comenzó la presión –a él, a nosotras. Comenzó la cacería. Vasallo debía quedarse en Cuba, abandonar las ideas de sus padres, demostrar su filiación revolucionaria. Si no lo hacía, era un gusano. Yo debía quitarle la pañoleta delante de todo el grupo, por ser la jefa del destacamento pioneril. Si no lo hacía, demostraba mi falta de compromiso revolucionario, agravado por el hecho de tener una abuela en Estados Unidos.

La maquinaria no se detuvo contra Vasallo y respondimos como se esperaba de nosotros.

Sólo teníamos catorce años.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué fuerte. Quizás ninguna cabeza de la revolución se puso a pensar lo que generaba en los jóvenes llevados al acto de repudio. El tema que siempre ronda en mi cabeza: la vida de muchos afectada por unos pocos. Aunque crudo y doloroso, me gustó.

Anónimo dijo...

Lo peor, querido Topo, es que todavía se hacen esos actos; ahora son las brigadas de respuesta rápida que golpean -ya no tiran tomates ni huevos, porque no hay- a todo el que piense diferente. Sí, la ley de las cavernas.

Un saludo

Anónimo dijo...

"Sólo porque no se piense como ellos signifique estar en su contra". Es como si estuviéramos en la época de las conquistas y las cruzadas. A pesar de que el tiempo pasa y se comprueba que eso no significa progreso,sí se demuestra poder, pero por medio de la represión. Realmente muy primitivos.ELCAR

Anónimo dijo...

Sí, es como involucionar como seres humanos. Estoy de acuerdo contigo.

Elena Méndez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Elena Méndez dijo...

Hola, Pitibuchi. Esto es sobre los marielitos y el consiguiente repudio forzado.

http://letaniadelajovensuicida.
blogspot.com/2008/12/
el-tiempo-hacia-atrs.html

Abrazos.
E.

Anónimo dijo...

Sí, era la época de los marielitos pero los respudios siguen, 29 años después. Y es lo más penoso.

Gusto en saludarte

Carmen Ibarlucea dijo...

Hola, no nos conocemos... he llegado a aquí a traves del blog de una amiga (que te recomienda), esta entrada me ha impresionado mucho... desde luego no es algo que suceda solo en cuba. Al leerla recordaba el cuento de Manuel Rivas (la lengua de las mariposas) que esta ambientado en la España en 1936.

Gracias por compartirlo

Anónimo dijo...

Gracias, Carmen.Efectivamente, La lengua de las mariposas narra una muy triste historia durante una guerra civil. Entre todas las guerras, las que ocurren entre hermanos son las más odiosas.Sólo que en Cuba no hay guerra, sino rencor y miedo.
Te espero por acá