Espero hayan leído el cuentecito de las 200 palabras. No es un relato para regocijarse, aunque sospecho que le habrá gustado a las feministas. El de hoy es bien diferente... ya me dirán.
“ LA ETERNIDAD QUE AGONIZA”
No puedo pretenderlo todo, dijo ella. Y los ojos se le acusaron de mareas extraviadas, No puedo ser la aurora de los días perdidos por la Humanidad, Pero puedes hacerme el amor, le dijo él, Cuánta mentira en esa frase, más que hecha, el amor no se hace, lo puedo escribir, quizás describir; lo puedo gritar entre sábanas cómplices de tardes adúlteras, pero no lo puedo hacer, ¿Y construir? ¿No puedes construir el amor?, Puedo, eso sí, con las manos como palas y los labios armando el cemento. Y una cintura que comenzó a dibujar, una mañana cualquiera, un giro de incertidumbres en la mirada de los hombres. Caminaba como si el mundo fuera su cuerpo y el espacio que habitaba, sólo una instantánea de complacencias, ¿Harás ladrillos con mi saliva?, No seas cursi, aquí la escritora soy yo, armo palabras y las escondo entre los pliegues de mi permanencia. Una permanencia de olores inciertos envolvía a aquella mujer de mirada precisa y risa larga, Jamás podrás poseer mi mente, soy la esencia de las fronteras y los firmamentos, Pero tu cuerpo es mío, Si un fogonazo de placer te hace sentir dueño de algo, piensa entonces qué distante está la eternidad.
Manos que iniciaban un rito en el cuerpo desnudo, desnudez implícita en las palabras que descubrían, descubrimiento único de la nostalgia sobre las olas y el deseo en la penumbra de la espera, espera sin espera entre años acumulados y sueños de jóvenes, jóvenes eran cuando sembraron la duda en el cuerpo del otro, el otro que era nada en una ciudad dormida, dormida estuvo siempre, sin saberlo, creyendo que amaba y engañando el hambre, hambre de cuerpos, su cuerpo, adivinado entre sus manos, manos que iniciaban un rito en el cuerpo desnudo, desnudo al fin, más allá de sus sueños nocturnos. Y de la espera.
Un camino iniciado con un simple soplido, no tan infantil, no tan inocente, que despertó uñas, dientes, saliva, éxtasis, No desates el vendaval si no estás consciente de la tormenta, porque los santos también lloran, Tú no eres santa, yo te voy a santificar en la cabalgata. A la caza de los estertores se batían las manos. A la lucha de los quejidos conducían los movimientos, No soy hermosa ni mi cuerpo es perfecto, Eso lo supe desde siempre, pero eres La Elegida para derretir las estatuas de semen. Semen que cruza los mares y se lanza a la conquista de siglos de dudas, dudas que ya han muerto entre los últimos rayos de una tarde, No, no agoniza la tarde, morimos nosotros intentando retener un espacio, Pero tú marcharás y nos volverá a quedar sólo la nada. La nada que abre las puertas a lo más recóndito de los senderos náufragos, sin juzgar, sin maldecir. Sólo muriendo con la tarde, entre jadeos y movimientos, risas y llantos, sin concesiones, sin plegarias. Y con la culpa de los siglos sobre los hombros. Sobre el sexo triste de amaneceres pálidos, Eres un oasis en medio del deseo, Pero no estaré mañana. Mañana es una quimera para el último grito, para la morbosidad de mordidas y lágrimas, Mañana es una nave que se llevará mi fortuna a otras tierras, o a otros cuerpos, Tal vez ése sea tu signo, construir con palabras lo que el cuerpo no devora. Voracidad múltiple de silencios sin complicidad, Quiero poseer tu cerebro, mujer, quiero morar en él sin compromisos, El cuerpo, el cuerpo sólo es tuyo, o de nadie, quién sabe.
Una queja. Apenas un murmullo. Un grito largo, exánime. Un deseo largamente cubierto. Lágrimas que mojan el mar. Mareas que subvierten el orden. Una duda que implora la eternidad que agoniza.
MÉXICO, D.F, 8 DE OCTUBRE DE 2008
No puedo pretenderlo todo, dijo ella. Y los ojos se le acusaron de mareas extraviadas, No puedo ser la aurora de los días perdidos por la Humanidad, Pero puedes hacerme el amor, le dijo él, Cuánta mentira en esa frase, más que hecha, el amor no se hace, lo puedo escribir, quizás describir; lo puedo gritar entre sábanas cómplices de tardes adúlteras, pero no lo puedo hacer, ¿Y construir? ¿No puedes construir el amor?, Puedo, eso sí, con las manos como palas y los labios armando el cemento. Y una cintura que comenzó a dibujar, una mañana cualquiera, un giro de incertidumbres en la mirada de los hombres. Caminaba como si el mundo fuera su cuerpo y el espacio que habitaba, sólo una instantánea de complacencias, ¿Harás ladrillos con mi saliva?, No seas cursi, aquí la escritora soy yo, armo palabras y las escondo entre los pliegues de mi permanencia. Una permanencia de olores inciertos envolvía a aquella mujer de mirada precisa y risa larga, Jamás podrás poseer mi mente, soy la esencia de las fronteras y los firmamentos, Pero tu cuerpo es mío, Si un fogonazo de placer te hace sentir dueño de algo, piensa entonces qué distante está la eternidad.
Manos que iniciaban un rito en el cuerpo desnudo, desnudez implícita en las palabras que descubrían, descubrimiento único de la nostalgia sobre las olas y el deseo en la penumbra de la espera, espera sin espera entre años acumulados y sueños de jóvenes, jóvenes eran cuando sembraron la duda en el cuerpo del otro, el otro que era nada en una ciudad dormida, dormida estuvo siempre, sin saberlo, creyendo que amaba y engañando el hambre, hambre de cuerpos, su cuerpo, adivinado entre sus manos, manos que iniciaban un rito en el cuerpo desnudo, desnudo al fin, más allá de sus sueños nocturnos. Y de la espera.
Un camino iniciado con un simple soplido, no tan infantil, no tan inocente, que despertó uñas, dientes, saliva, éxtasis, No desates el vendaval si no estás consciente de la tormenta, porque los santos también lloran, Tú no eres santa, yo te voy a santificar en la cabalgata. A la caza de los estertores se batían las manos. A la lucha de los quejidos conducían los movimientos, No soy hermosa ni mi cuerpo es perfecto, Eso lo supe desde siempre, pero eres La Elegida para derretir las estatuas de semen. Semen que cruza los mares y se lanza a la conquista de siglos de dudas, dudas que ya han muerto entre los últimos rayos de una tarde, No, no agoniza la tarde, morimos nosotros intentando retener un espacio, Pero tú marcharás y nos volverá a quedar sólo la nada. La nada que abre las puertas a lo más recóndito de los senderos náufragos, sin juzgar, sin maldecir. Sólo muriendo con la tarde, entre jadeos y movimientos, risas y llantos, sin concesiones, sin plegarias. Y con la culpa de los siglos sobre los hombros. Sobre el sexo triste de amaneceres pálidos, Eres un oasis en medio del deseo, Pero no estaré mañana. Mañana es una quimera para el último grito, para la morbosidad de mordidas y lágrimas, Mañana es una nave que se llevará mi fortuna a otras tierras, o a otros cuerpos, Tal vez ése sea tu signo, construir con palabras lo que el cuerpo no devora. Voracidad múltiple de silencios sin complicidad, Quiero poseer tu cerebro, mujer, quiero morar en él sin compromisos, El cuerpo, el cuerpo sólo es tuyo, o de nadie, quién sabe.
Una queja. Apenas un murmullo. Un grito largo, exánime. Un deseo largamente cubierto. Lágrimas que mojan el mar. Mareas que subvierten el orden. Una duda que implora la eternidad que agoniza.
MÉXICO, D.F, 8 DE OCTUBRE DE 2008
YAMILET GARCÍA ZAMORA
5 comentarios:
Ya no te pude ver el lunes para comentar el otro cuento de las 200 palabras. Este me gustó más. Sólo por la poética y el erotismo. Me recuerda a Cortázar y Toco tu boca... Me gustan estos textos que son sensoriales, que pueden tener como protagonistas a todos o a ninguno. Me gusta perderme en la elucubración de ese mañana que quién sabe qué traerá... Saludos
Uhmmmmmmmm...vale por lo sensorial y erótico pero, querido Topo, ¡soy una asesinaaaaaaaaa!
No hay quién lo dude. Ya varios presagiamos nuestras muertes en tus manos a final de semestre!!
Una duda que implora la eternidad que agoniza...que tremendo! que agonice la eternidad es una agonía infinita, permanente y siempre presente....la eternidad que agoniza...
uy, ya publicaron el cuento. te dejo el link para que comentes algo, jajaja. saludos querida pitibuchi!
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