Pitibuchi ha aparecido hoy, agosto del 2007. Y aunque nació hace tiempo, en La Habana, sólo ahora se decidió a compartir sus ideas y escritos. Aquí hablaré de Literatura, de cine, de Arte, de museos y -¿ por qué no?- de la vida.
QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.
REVISTA AEDA
viernes, 21 de marzo de 2008
DEL PROYECTO ACERCANDO ORILLAS
Hace un tiempo dije que La morada es también un lugar de encuentros entre escritores de diferentes países. Ya han tenido la oportunidad de leer textos de autores argentinos, chilenos, cubanos, mexicanos. Hoy les propongo un cuento de Álvaro Vicente Palazón (Alicante, 1991) quien es, por el momento, el escritor más joven que nos ha visitado. "Siempre nos quedará París" es un relato que demuestra un dominio de la narración y los diálogos y un sentido homenaje a una de las grandes películas de la historia del cine. Si se fijan, es un cuento que fue premiado en un concurso escolar del año 2006, cuando Álvaro tenía sólo 15 años.
SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS
Desde lo alto de la ciudad, Casablanca era un mar de callejas, angostillos y estrechos pasajes desérticos, de enormes casas de blanco impoluto y grandes mezquitas. Desde lo alto, Casablanca era una ciudad desolada y triste, era una ciudad abandonada y neutra, era un laberinto y una tumba. Desde lo alto, Casablanca dejaba de ser un paraíso soñado, era el destino de los exiliados durante la guerra, era una cárcel de fácil acceso. Casablanca olía a miedo, a rencor y a desesperación. Casablanca era una ciudad en blanco y negro. Era el mundo despiadado del que todos hemos oído hablar. Era una ciudad sin corazón.
Coronaba aquel mundo de sueños deshechos e ilusiones olvidadas a la fuerza un bar: el Rick’s Café. En él se reunían los pocos que conservaban la fe y algunos otros que nunca conocieron el significado de esa palabra. Rick, el dueño, era uno más de todos ellos. Tan sólo una diferencia le separaba del resto; él sí había tenido oportunidad de escapar de aquella prisión. Cuando la noche vestía de luto todas las esquinas de la ciudad, abría el local. Sentado frente a la barra del bar, sujetando un martini doble con la mano derecha, un pitillo entre los labios y ataviado con una lustrosa pajarita y un traje blanco y negro, esperaba a que poco a poco se llenase el bar. Mientras tanto recordaba impasible con cara de vida desperdiciada los momentos en París donde conoció a aquella mujer que ahora regresaba a su vida y que le situaba en un dilema.
-Señor Rick- dijo Sam, el joven negrito prodigio del piano que llevaba acompañando a Rick desde que ambos dejaron París abandonados por una mujer- el capitán Renault desea hablar con usted.
Rick giró la cabeza, miró a Sam de arriba a abajo, volvió a dirigir su mirada al martini y dijo;
-Sírvale una copa en la mesa seis, dígale que voy para allá.
-Pero señor, la mesa seis ya está ocupada.
-En ese caso, en la mesa correspondiente al siguiente número perfecto menor de 100.
Sam hizo lo que su jefe le ordenaba.
-Capitán Renault- comenzó Rick atrayendo la mirada del policía- ¿Quería verme?
-Sí, mi joven amigo. Tome asiento –Rick apartó una de las sillas y se sentó mientras el capitán se atusaba el bigote, se quitaba la boina y se peinaba con un pequeño peine que había extraído del bolsillo superior de su chaqueta - Ayer, día 13 de noviembre de 1943, nuestro amigo Ugarte tenía intención de salir del país con unos visados que yo mismo firmé con mi puño y letra. Pero, por extrañas circunstancias, no llegó a coger el avión con el que pretendía viajar hasta América. Esta misma mañana fui informado de que nuestro amigo perdió la vida; no sé si fue un asesinato, únicamente tengo constancia de que esos visados con los que iba a viajar han desaparecido y…
-Capitán Renault, permítame que le interrumpa, pero no sé qué tiene eso que ver conmigo.
-Muy sencillo, señor Rick; ambos sabemos que aquí se despachan visados falsos bajo una sustancial suma de dinero y sospecho que fue usted quien se hizo con esos visados.
-¿Usted me cree capaz de asesinar a una persona con el fin de dejar escapar a otras dos?
-Rick, no se trata de lo que crea o deje de creer. Debe usted entregarme esos visados.
-En ningún momento dije que los tuviese.
-Ni yo se lo pregunté.
-En ese caso no tiene nada que hacer aquí, capitán Renault.
-Rick, estamos entre amigos, llámame Luís.
-De acuerdo, capitán Renault.- El policía se enfureció, suspiró y miró con los ojos entornados a Rick.
-Me veo obligado a ordenar un registro.
-No seré yo quien se lo impida.
-Mire, Rick; si es necesario pongo a registrar el local a un policía por metro cuadrado.
-Previamente, capitán Renault, deberá calcular la superficie de mi local, teniendo en cuenta que tiene tres plantas, y que la superficie de cada una es diferente. Ésta es la planta más grande, dos veces la superficie de la tercera. Y la segunda, la del medio, es igual a la mitad de la suma de la primera y la tercera, unos 111 metros cuadrados.
-Jamás tuve tiempo para las matemáticas.
-Lo importante no es si usted sabe o no de matemáticas, la cuestión es si tiene a su cargo tantos policías como mi local metros cuadrados.
-Venga Rick, sea honesto. Dígame donde están.- Rick se alzó de la silla, miró a Sam, asintió y volvió a mirar al policía.
“You must remember this,
A kiss is just a kiss,
A sigh is just a sigh,
The fundamental thing apply,
As time goes by.”
Sam comenzó a tocar el piano y a cantar aquella canción que Rick estaba sentenciado a recordar toda su vida.
-Capitán Renault, ya sabe que aquí es bienvenido, vuelva cuando quiera.
-No, señor Rick, no tengo intención de irme. Vamos, déme una pista de donde están esos visados.
“And when two lovers woo, they
Still say ¡I love you¡,
On that you can rely.
No matter what the future brings
As time goes by.”
******
-¿Por qué has vuelto, Ilsa?- preguntó Rick, con rencor, a la mujer que le había abandonado una lluviosa noche en una estación de tren en París.
-Rick, necesito unos visados.
-¿Para quién?- Ilsa bajó la cabeza, levantó la mirada y esos pequeños ojos titubeantes se dirigieron a Rick.
-Para mí… y para Víctor, mi esposo.
-Todo el mundo que vive en Casablanca necesita unos visados. Hasta yo.
-Este no es el paraíso que soñábamos.- dijo para sus adentros a sabiendas de que Rick la escuchaba.
-Casablanca es una farsa, una invención, un delirio. No es ningún paraíso, pero eso no lo sabemos hasta que llegamos. Hasta que nos sentimos atrapados y nos cuesta deshacernos de esta cadena que nos oprime.
-Tú tuviste oportunidad de marchar de Casablanca, ¿por qué no lo hiciste?
-Porque no tendría donde ir. De América ya no espero nada. Mi mundo se esfumó con la guerra. El banco que dirigía pasó de ser uno de los exponentes económicos más importantes del país a ser pura ceniza.-Hubo un larga pausa, a Rick le dio tiempo a encenderse un cigarrillo, trató de sostener la mirada de Ilsa, aquella que le conquistó, que le remordía por dentro, que le hacía sentirse inferior, inseguro, desnudo y controlado.
-Por favor, Rick, si no salimos pronto del país los alemanes nos apresarán y acabaremos en cualquier campo de concentración. ¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Es eso?
-No, Ilsa, no quiero dinero –se acercó el cigarrillo a la boca, aspiró fuertemente y expulsó una densa bocanada de humo- Ya tengo dos visados, sólo hay que cambiar la fecha del billete y esperar unos días para despistar a la policía.
-¿De cuántos días estamos hablando?
-La policía registrará el bar durante un quinta parte de esta quincena después patrullará cerca del local durante un quinto de un sexto del mes y por último dedicará tres veintiunavos de una semana a vigilar las salidas del país. Cuando haya pasado este periodo de tiempo podréis salir del país sin despertar ninguna sospecha.
-De acuerdo, Rick.
******
El pequeño reloj colgado al fondo del salón indicaba que eran las ocho de la tarde. La noche había conquistado de nuevo las calles. Sam y Rick se dedicaron a bajar los asientos que se hallaban sobre las mesas. La mitad de las sillas sobre las mesas tenían respaldo, la cuarta parte estaban acolchadas, la sexta parte tenían respaldo y estaban acolchadas y las 30 restantes eran sillones. Una vez hubieron terminado, Rick sacó un pañuelo del bolsillo superior de su chaqueta y se limpió el sudor de la frente. Llamaron a la puerta, y aunque Rick no había pensado en abrir el bar hasta poco después, la abrió.
-Capitán Renault, ¿qué le trae por aquí?
-Una orden de registro.
-En ese caso, sea bienvenido. Puede buscar por todo el edificio. Estoy seguro de que no encontrará nada.
La búsqueda que realizó el capitán por todo el local se alargó hasta que el bar abrió sus puertas y se llenó de gente, pero este hecho no hizo mella en su empeño y continuó buscando. A las diez en punto Ilsa y su joven esposo entraron en el bar, donde Rick, de nuevo, sentado frente a la barra del bar recordaba aquellos momentos en París.
-Rick- atrajo la atención Ilsa- te presento a Víctor, mi esposo. –Rick alargó la mano y la estrechó con la del joven sin apenas levantar la mirada del martini.
-Creí haberte dicho que debíamos esperar unos días antes de hacer la entrega de los visados.
-Lo sé, Rick, y lo siento, pero los alemanes nos han localizado; anoche estuvieron en nuestro hotel. Necesitamos salir cuanto antes de Casablanca.
-La policía está aquí y busca esos visados. Tendréis que esperar hasta que se marchen.
-Señor Rick, tendrá que aplazar su charla con esta encantadora señorita - Los tres se giraron y descubrieron ante ellos la pequeña figura del capitán Renault.- pero prefiero que me acompañe en la búsqueda de esos visados, es simplemente para evitar que se deshaga de ellos a mis espaldas.
-De acuerdo capitán Renault, permítame antes que le entregue la cuenta a esta señorita. –Rick se alzó del taburete, paseó la mano por dentro de su chaqueta, por fin encontró lo que buscaba y lo sacó mostrándoselo a las tres personas que le miraban atentamente. Una pequeña libreta y un lápiz. La abrió, arrancó una página y apuntó unos números a gran velocidad.- Entréguele el dinero a Sam.
Ilsa arrancó la cuartilla de las manos de Rick, levantó una ceja y le mostró el contenido a Víctor.
-Oh, no consentiré que se anden ustedes con mensajitos.- el capitán Renault le arrebató el papel a Ilsa y leyó- “3-79-71-5-2 / 11-43 / 11-37 / 59-23-2-43-53”. ¿Qué clase de cuenta es esta?
Luís Renault volvió a leer el mensaje, esta vez al trasluz, y al ver que el mensaje seguía sin tener sentido lo hizo una bola y lo arrojó al suelo.
-Señor Rick, pongámonos en busca de esos visados.
Una vez se había marchado el capitán Renault y tras él Rick, Ilsa se agachó, recogió el papel y se dispuso junto a Víctor a descifrarlo. Pasaron minutos hasta que descubrieron el paradero. Abandonaron el bar con los visados rumbo al aeropuerto.
*******
Por fin el capitán Renault se dio por vencido al ver que su amigo no colaboraba y que no encontraba los visados. Apenas unos minutos habían pasado desde que Ilsa y Víctor se habían marchado.
-Esta bien, Rick, esta vez ha ganado usted. Vayamos a la barra, sírvame un whisky, tendré que reponer fuerzas.- Rick asintió.
El capitán dio un pequeño salto hasta sentarse sobre el taburete. Sacó un puro del bolsillo superior de su chaqueta, lo encendió, lo sostuvo entre los labios mientras acercaba el cenicero. Hasta que no comenzó a consumirse y tuvo que arrojar la ceniza al cenizal no descubrió que en el interior de éste se hallaba la cuartilla que había arrugado anteriormente. La desdobló y volvió a leer los números y las letras trazadas sobre los números. Dio un respingo sobre el taburete, saltó al suelo como si se arrojase por la borda de un barco, entrecerró los ojos mientas miraba a Rick, torció la boca, hizo una mueca de asco.
-Guárdese su Whisky para más tarde- se desabrochó la chaqueta y extrajo un revólver apuntando a Rick- vayamos al aeropuerto.
Subieron al coche, Rick en el asiento del conductor y el capitán Renault a su lado. Cinco minutos pasaron hasta que las viejas y desgastadas ruedas del coche derraparon sobre la pista del aeropuerto. Fuera hacía frío, todo había sido invadido por la niebla, tan solo el ensordecedor ruido de los motores del avión dejó una pequeña esperanza en el capitán Renault. Abrió la puerta del coche y saltó de éste cuando aún no había parado. Avanzó gritando que detuviesen aquel avión. Rick le siguió.
-Capitán Renault, odio llegar a esto pero considero que no me queda otra opción.
-Luís Renault se giró y vio que Rick le apuntaba con el revólver que se había dejado olvidado dentro del coche.
Avanzaron juntos, atravesando la niebla y el viento, hasta que descubrieron ante ellos aquella gran mancha que era el avión. Ilsa y Víctor se acercaron a Rick al verle junto al detective.
-Rick, no sé cómo agradecértelo. En su momento prometí que no me marcharía de tu lado y ahora por segunda vez tomamos caminos diferentes.
-Eso ya no importa, siempre nos quedará París. Ahora marchad, coged ese avión.
Las dos figuras desaparecieron engullidas por la niebla. Tan solo el ruido de los motores del avión dejaba constancia de que aún no habían partido a otro lugar, pero poco a poco aquel sonido se fue perdiendo.
-Ha jugado usted muy limpio Rick, no habría descubierto el paradero de esos visados si no llega a ser por aquel mensaje. Y ahora que lo pienso… que tonto fui, cuando le pregunté donde estaban los visados me lo dijo de forma indirecta, estaban… -Y justo en el momento en que el capitán iba a desvelar el paradero de los visados fue interrumpido por Rick.
-Luís, presiento que este es el comienzo de una gran amistad.
Concurso de narraciones escolares. 2006
FOTO DE: ZEKI http://elistas.egrupos.net/lista/gangsterera/archivo/indice/21041/msg/34549/&sortcat=d
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2 comentarios:
Magistral Álvaro, como siempre. No presiento, sé que este es el comienzo de un gran escritor.
Gracias, Mercedes, por visitar La morada. Te esperamos por acá. Y como sé que te interesa el género, hay tres cuentos más: uno, el ganador del Justo Vasco -segunda edición- y dos accésit de la semana negra de Gijón 2007: el relato " Adiós, muchachita rubia" y " Hay un bebé que llora".
Espero les eches un ojito cuando puedas.
Un gran abrazo
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