Castillos y dragones.
POR: HADA URBANA.
Mariana llora todas las noches cuando su padre, invadido de alcohol, la golpea hasta caer inconsciente. Ella escapa a su cuarto, pone el seguro a la puerta —por si él llega a despertar— y se refugia en el pequeño espacio que hay entre su cama, un buró de madera y la pared color pastel de su habitación.
POR: HADA URBANA.
Mariana llora todas las noches cuando su padre, invadido de alcohol, la golpea hasta caer inconsciente. Ella escapa a su cuarto, pone el seguro a la puerta —por si él llega a despertar— y se refugia en el pequeño espacio que hay entre su cama, un buró de madera y la pared color pastel de su habitación.
Las lágrimas han recorrido su rostro casi tantas veces como el incontable número de gotitas saladas que ahora la asfixian; con cada una de ellas va perdiendo su infancia, se le va escapando la vida.
Permanece con las piernas recogidas contra su pecho. Soba sus heridas y las baña con su dolor salado hasta que poco a poco ella misma se va engañando; se deja convencer por la idea optimista de su inocencia: “mañana papá volverá a prometerme, cuando regrese de la escuela, que no va a tomar más, pero mañana será cierto.” Con este consuelo se va adormeciendo. Se acurruca ahí mismo para sentirse más segura y sueña, sueña con castillos sobre montañas, palacios en las nubes, vuela montada sobre amigables dragones rojos de cuernos afilados y piel rugosa; sueña con un príncipe que la quiere y protege aunque en su fantasía no haya madrastras malvadas, hechiceras tétricas o monstruos; y Mariana sonríe cuando su príncipe le promete ser feliz con ella, por siempre y para siempre.
Despierta. Quiere seguir soñando. No desea ir a la escuela porque sabe que tendrá que inventar más excusas, más historias... Se levanta. Suspira. Va a clases.
Hoy soñará con el mito de los finales felices. Quizá mañana el azar esté de su lado y ella ya no despierte.
Despierta. Quiere seguir soñando. No desea ir a la escuela porque sabe que tendrá que inventar más excusas, más historias... Se levanta. Suspira. Va a clases.
Hoy soñará con el mito de los finales felices. Quizá mañana el azar esté de su lado y ella ya no despierte.
5 comentarios:
Relato intenso. Final piadoso y fatal. Me gusta el estilo. Tràgico. A seguir!!!!
Hace ya unas semanas que conozco tu portal y confiezo con constancia revisarle, encontrando, alegremente,interesantes referencias piñerezcas y lezamianas. Sin embargo, hoy tengo la sopresa de hallar publicados textos de chicos, que, quizá como yo,se han entercado en seguir una carrera en esto de tejer palabras; de deshacer y rehacer nudos, y, me parece extraordinario, que tú, como su profesora, les alientes a ser leidos y comentados por quienes terminamos la noche en La morada de Pitibuchi.
El texto de Hada, es sin duda alguno, duro en su temática. Sin embargo, considero, sabe bien jugar la dualidad de una imaginaria terrible, con una dulcificación tal de las palabras, que pareciece casi natural el desencadenamiento de pensamientos del la protagonista; de aquella de la ignoramos todo y sin embargo, lo sabemos todo, con tan sólo un instante. FELICIDADES!
También, porsupuesto ¡Una felicitación Yami! ¡Bienvenida a esto del mundo del Blog!
Gracias, Sandra, a Hada la va a encantar leer los comentarios.
Andas perdida.
Un beso
Gracias, Mizquitli. La morada es la casa de todos y me siento muy feliz de crear un espacio de discusión y debate.
Y mil gracias por leernos.
Un gran abrazo
Hola! Muchas gracias a todos!! Los invito, de paso, a que nos visiten cuando quieran en nuestro blog. Laranjinha y yo, subimos entre uno y dos textos a la semana. También están los otros dos Cronopios: St. Patrick y Acuarela (el más inconstante para esto de los medios electrónicos).
http://lacomunidad.elpais.com/cronopios/posts
Pitibuchi, después de haberme aprovechado de tu blog (jeje) para hacernos propaganda, te mando un gran saludo! Nos vemos el jueves!! Ahhh! y sigo esperando que me pases tu texto para subirlo a nuestra morada!! ;)
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