QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

lunes, 23 de abril de 2012

CARTA DE UN ELEFANTE AL REY DE ESPAÑA

Soy un elefante de Botsuana, el país africano en el que me dicen que su Majestad ha estado recientemente para descansar de sus fatigas, cazándonos en un safari. Los elefantes somos mansos, aunque fieros cuando nos atacan. También nuestros dioses, los de la sabana, son dioses buenos, no vengativos, aunque sí celosos de sus habitantes. Quizás por ello, han querido preservar su vida, importante para su país, aunque han querido advertirle con su caída y sus fracturas en el campamento desde donde salía para cazarnos, que sería mejor ya para su Majestad que ha vivido ya más de lo que vivimos uno de nosotros, dedicase su tiempo a otras cosas, en vez de venir a matarnos. Por ejemplo a seguir a esa España que se está desmoronando económicamente, a ese 52% de jóvenes que sufren el aguijón del paro después de tantos años de estudios, o simplemente a disfrutar de ver a los animales correr y divertirse en su habitad natural, pero sin escopetas, con las manos vacías o llenas de flores. Nosotros sabemos que no ha hecho nada ilegal viniendo y pagando muchos miles de euros para matar a uno de los nuestros. Se lo permiten las leyes de mi país. Para muchos, matar gratuitamente animales es como lo era antiguamente cazar a lazo a los negros o indios para esclavizarlos. Pero, ¿basta que algo sea legal para realizarlo? Existen también las leyes del corazón, no escritas, las de los sentimientos humanos, que dicen por cierto que son superiores a los nuestros y existen ciertos ejemplos que un Rey debe ofrecer de su vida incluso privada. Su Majestad, desde su primer discurso como Rey, afirmó que quería serlo de todos los españoles. Yo sé que en España hay aún mucha gente que no se importa de ver sufrir o morir a los animales y que hasta se divierte observándolo. Pero existen también millones, sobre todo de jóvenes, que aman a los animales, que quieren protegerles y conviven con ellos. A esos millones de españoles, no creo que les guste especialmente la imagen de su Rey llegando a esta África, que es nuestro territorio, escopeta al hombro, para distraerse disparándonos sin que podamos defendernos. Nos han dicho, Majestad, que posee una de las mejores colecciones de escopetas de caza que existen. ¿Podemos hacerle una sugerencia? Haga de ellas un museo y anuncie a los españoles, que su Rey ya no va a matar a ningún animal y que los años que aún le queden de existencia- que le deseamos sean aún muchos más de los que nosotros vivimos, los va a dedicar a distraerse a favor de la vida y no de la muerte. Sabemos que nosotros, los elefantes, como el resto de los animales, no tenemos derechos. Nacemos para ser cazados y muertos. Pero queremos recordarle que nosotros no hacemos mal a nadie. Somos sensibles y humildes y hasta nos parecemos a ustedes los Homo Sapiens. Dicen los zoólogos que somos de los pocos animales que respetamos a nuestros difuntos y de los pocos que saben reconocerse, como los humanos, en un espejo. Es verdad que quizás para ustedes los humanos los elefantes seamos inútiles, no somos indispensables para nada, pero, no por ello deben tener el derecho de matarnos. También las monarquías hoy- y lo digo con todo el respeto- aparecen inútiles para muchos y no por eso se hace la caza a los reyes y reinas. Y hablando de reinas, nos gustaría saber qué piensa su discreta y querida reina Sofía de su amor por la caza de elefantes. Ella como mujer y como madre, debe saber que en nuestra organización en la sabana, vivimos un reino matriarcal. Ellas, las elefantas, organizan y dirigen nuestra comunidad. Son madres amorosas, dan de mamar a sus hijos durante tres y hasta cinco años y sufren como ustedes los humanos cuando se los matan por capricho. Por último nos gustaría que sus nietos y biznietos, Majestades, un día consiguieran divertirse sin necesidad de venir a África a cazarnos y arrancar nuestros colmillos de marfil para adornar los palacios reales con sus trofeos de muerte. Quizás, ni queriendo podrán ya hacerlo porque quedamos sólo 30.000 elefantes en todo el mundo y al ritmo con el que nos matan, sus nietos ya no tendrán como hacerlo, porque habremos sido extintos. Tendrán que conformarse con cazar cucarachas que al parecer tienen un millón de años y resisten hasta a las radiaciones atómicas. Nosotros, no. Somos más grandes, pero más frágiles. Quizás por ello nos amen tanto los niños a los que les gusta divertirse con nosotros. Vivos, no muertos. Sólo desearle, Majestad, en nombre de nuestros dioses, que se recupere pronto del susto que le hemos dado, que no era para matarle, sino para hacerle pensar que sería mejor para su Majestad, que a la hora de dejar este Planeta, los elefantes que aún estemos vivos, podamos llorar por usted en vez de alegrarnos por haber perdido a un verdugo. Los vientos de la selva son misteriosos, Majestad. ¿ Por qué no nos regala sus escopetas en vida? CON RESPETO Y EN NOMBRE DE TODOS LOS ELEFANTES DE BOTSUANA

sábado, 7 de abril de 2012

LA CALLE REINA

Durante treinta y dos años de mi vida, habité en la calle Reina, llena de recuerdos, sitios históricos, lugares de literatura e historia. Soy centrohabanera de nacimiento y por genética porque mi padre nació, creció y ha vivido toda su vida en este municipio. En Reina se alza el imponente Palacio de Aldama, donde se hacían las célebres tertulias literarias de Domingo del Monte . En Reina se velaron las cenizas de Mella y en ella vivía Bachiller y Morales.
Tengo guardada en la memoria –o quizás en algún viejo cuaderno escolar- las historias más fascinantes de esta calle. Porque las calles de La Habana son ellas solas, en sí, leyendas vivientes.

Calles de la ciudad.

Por: Ciro Bianchi Ross

Fue bajo el mando del gobernador Miguel Tacón que se rotularon por primera vez las calles de La Habana y se procedió asimismo a numerar de los locales. Tal procedimiento se puso en práctica entre 1834 y 1838, y no volvió a hacerse hasta 1937. Dice el historiador Emilio Roig que tras el cese de la dominación española en Cuba, el Ayuntamiento habanero comenzó a cambiar los nombres de las calles de manera caprichosa e inconsulta, sin obedecer orden, plan ni sistema alguno, sino en respuesta a intereses personales, vanidades, razones políticas y adulonería. A veces, reconoce el historiador, el Ayuntamiento actuó movido por la buena voluntad. Pero cada cambio provocaba siempre la protesta del vecindario.
Fue el propio Emilio Roig, en 1935, quien propuso que se restituyese a las calles habaneras sus nombres antiguos, tradicionales y populares, siempre que no hirieran el sentimiento patriótico del cubano. Los nombres de próceres o de celebridades nacionales de la cultura y de la ciencia con los que se rebautizaron esas calles, debía reservarse, a juicio del historiador, para calles nuevas o innombradas. Proponía además que no se diese a ninguna calle, calzada o avenida nombres de personas vivas o que no tuviesen al menos diez años de muertas, y que no quedara al arbitrio de los dueños de las nuevas urbanizaciones la denominación de sus calles. Los argumentos de Roig tuvieron aceptación por parte de las autoridades.

A CAPRICHO

Del nombre de un vecino que sobresalía entre los demás, de un establecimiento comercial, de un hecho curioso ocurrido en ella, de una iglesia, de un árbol… iban tomando y variando las calles sus denominaciones a medida que La Habana crecía. Aguacate se llama así por el frondoso aguacatero del huerto del antiguo convento de Belén, árbol talado en 1837. Bernaza, por un panadero de la zona. Gervasio, por Gervasio Rodríguez, propietario de una famosa conejera que se hallaba en la esquina de la calle Lagunas. Escobar, por un regidor del Ayuntamiento que vivió en una de las primeras casas que en ella se construyeron. Ejido, desde Lamparilla hasta Muralla, se llamó Del hombre caído, por un vecino que tuvo la desgracia de caer desde el techo de su casa. Calle trágica, por lo demás, porque en ella, frente al convento de las Ursulinas, se alzaba la tenebrosa horca, trasladada en 1810 para la explanada de La Punta, donde cayó en desuso en 1830 para dar paso al no menos tenebroso garrote. Por cierto, como las ejecuciones eran públicas, mientras se ahorcaba a un sujeto, un viejo religioso pedía limosnas entre los presentes a fin de ayudar con lo recaudado a la familia del condenado o propiciarle un entierro decente. Solicitaba las donaciones al compás de dos campanillas, que hacía sonar con insistencia. Luego, cuenta la tradición, viejas devotas conseguían que el sacerdote les prestase aquellos adminículos. Las llenaban de agua para dar de beber a los niños. Decían que favorecía la dentición.

El habanero nunca ha asimilado los nombres oficiales de las calzadas de Reina y Monte. Sucede lo mismo con Carlos III.
Monte era, de ahí su nombre, el camino del campo. Se le llamó primitivamente De Guadalupe, por la ermita donde se rendía culto a esa virgen, y porque conducía al ingenio de ese nombre, en Santiago de las Vegas. Pero ya a mediados del siglo XIX se le denominó de manera oficial Príncipe Alfonso. Un Borbón que llegaría al trono español como Alfonso XII. Por Monte entró Máximo Gómez a La Habana, finalizada ya la Guerra de Independencia, y así la bautizó el Ayuntamiento en 1902. Pero esa denominación no prendió y sigue sin prender. Reina, llamada así por Isabel II, la de los tristes destinos y los alegres amores, recibió el nombre oficial de Simón Bolívar en 1918 y muy pocos parecen estar enterados. El uso y la costumbre actuaron también aquí negativamente. Persiste el nombre antiguo y casi nadie la conoce por el nombre honroso del Libertador. Tuvo antes otros nombres. Camino de San Antonio, por conducir a ese ingenio, en la zona de la actual Plaza de la Revolución, y de San Luis Gonzaga, por una ermita situada a la altura de Belascoaín. Fue la primera salida de la ciudad hacia el campo hasta que la construcción del puente de Chaves sobre Monte permitió el acceso también por esa vía.

domingo, 1 de abril de 2012

CON MI NOMBRE EN SUS LABIOS

Y la Santísima Caridad del Cobre vio con pesar a su pueblo perdido. Sangrantes los atacados porque las turbas no perdonan en su terrible desvarío. Vio a su pueblo pecador, abusador, agresivo. Cachita ya no pudo llorar más porque su gente había dejado de ser humana para sumirse en las cavernas de la sinrazón y el oprobio. Cómo volver a trazar el camino si todos han sido envenenados por la desidia, la indiferencia, el odio, la envidia. Cómo lograr que conceptos como Tolerancia, Amor, Hermandad, Caridad queden grabados no en el cerebro sino en el corazón de los cubanos. ¿Podía ella juzgar a sus hijos tan descarriados?
Nadie entiende a esta Isla que ya no existe y se sostiene como náufrago en medio del asco y la sangre. Cae de rodillas ante el Señor Ella, la Virgen Mambisa que ha dejado de serlo cuando son golpeadas mujeres en las calles. Cuando el hijo vuelve el rostro ante las lágrimas de las madres y el pan nuestro de cada día –Amén- es una terrible asquerosidad que se llama pueblo cubano. Son mis hijos y una madre se ciega pero no puedo seguir sobreviviendo con una venda en los ojos. Son mis hijos condenados por la Historia, enfermos de miedo e indiferencia. No he podido lograr que se levanten y anden. Son mis hijos ateos que se desvían del camino de Dios, de mi manto y mi áurea. En ellos no anida el perdón: son mis peores hijos, los que hacen sufrir mi corazón y entierran mi aliento.
Dales, Señor, la fuerza que no tienen. Inspira a mis hijos por la vereda de la Hermandad. No más odio entre cubanos. Ilumina a los pocos Hombres que quedan en una tierra huérfana. Te pido que no se derrame más sangre. Que la guerra civil que se gesta muera antes de estallar. Que la necedad de los gobernantes no lance a mis hijos en un camino sin retorno. En tu infinita misericordia, Señor yo, la madre de todos los cubanos –sin separaciones ni epítetos- me inclino ante Ti por un pueblo que ha llegado al límite del absurdo y sólo sigue los dictados del odio.
Y como antes, Señor, en los campos de batalla y en el fondo de las prisiones más horribles; ante el pelotón de fusilamiento o en las balsas ahogadas en un mar que es también calvario de los cobardes; como antes, Señor, que se escuche el grito mambí de los que desafiaron la muerte con mi nombre en sus labios: Viva Cuba Libre.
AMÉN.