QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

domingo, 1 de abril de 2012

CON MI NOMBRE EN SUS LABIOS

Y la Santísima Caridad del Cobre vio con pesar a su pueblo perdido. Sangrantes los atacados porque las turbas no perdonan en su terrible desvarío. Vio a su pueblo pecador, abusador, agresivo. Cachita ya no pudo llorar más porque su gente había dejado de ser humana para sumirse en las cavernas de la sinrazón y el oprobio. Cómo volver a trazar el camino si todos han sido envenenados por la desidia, la indiferencia, el odio, la envidia. Cómo lograr que conceptos como Tolerancia, Amor, Hermandad, Caridad queden grabados no en el cerebro sino en el corazón de los cubanos. ¿Podía ella juzgar a sus hijos tan descarriados?
Nadie entiende a esta Isla que ya no existe y se sostiene como náufrago en medio del asco y la sangre. Cae de rodillas ante el Señor Ella, la Virgen Mambisa que ha dejado de serlo cuando son golpeadas mujeres en las calles. Cuando el hijo vuelve el rostro ante las lágrimas de las madres y el pan nuestro de cada día –Amén- es una terrible asquerosidad que se llama pueblo cubano. Son mis hijos y una madre se ciega pero no puedo seguir sobreviviendo con una venda en los ojos. Son mis hijos condenados por la Historia, enfermos de miedo e indiferencia. No he podido lograr que se levanten y anden. Son mis hijos ateos que se desvían del camino de Dios, de mi manto y mi áurea. En ellos no anida el perdón: son mis peores hijos, los que hacen sufrir mi corazón y entierran mi aliento.
Dales, Señor, la fuerza que no tienen. Inspira a mis hijos por la vereda de la Hermandad. No más odio entre cubanos. Ilumina a los pocos Hombres que quedan en una tierra huérfana. Te pido que no se derrame más sangre. Que la guerra civil que se gesta muera antes de estallar. Que la necedad de los gobernantes no lance a mis hijos en un camino sin retorno. En tu infinita misericordia, Señor yo, la madre de todos los cubanos –sin separaciones ni epítetos- me inclino ante Ti por un pueblo que ha llegado al límite del absurdo y sólo sigue los dictados del odio.
Y como antes, Señor, en los campos de batalla y en el fondo de las prisiones más horribles; ante el pelotón de fusilamiento o en las balsas ahogadas en un mar que es también calvario de los cobardes; como antes, Señor, que se escuche el grito mambí de los que desafiaron la muerte con mi nombre en sus labios: Viva Cuba Libre.
AMÉN.

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