Podemos gastar las palabras y romper las lanzas. Frases como Paz, Tolerancia, Respeto, Derechos, se pierden en un país donde los insultos, los golpes y la descalificación priman por sobre la lógica y las más elementales reglas de convivencia. Pero esto no es nuevo: ahora, se golpea al que piensa diferente; en 1959, se fusilaba. Fui testigo, en 1980, de las hordas de adolescentes que sacaban de las aulas para llevar a los mítines repudio. Nuestros padres nos hacían en las escuelas aprendiendo matemáticas e historia pero la UJC y el PCC nos lanzaban a la casa de un gusano que se iba para tirar huevos, tomates, gritar, golpear. Nos incitaban en nombre de un supuesto ideal y una corrompida ideología. Sabíamos que estaba mal pero nuestros propios padres nos decían: “Ve, grita pero no golpees”. A fuerza de gritos nos rompieron la inocencia y crearon una hipocresía brutal que es la que sigue rigiendo en un país dolido, dividido, amordazado y con demasiado miedo para decidir un futuro mejor.
La sociedad cubana futura tiene en sus manos la enorme responsabilidad de fundar un país no sólo “con todos y para el bien de todos” sino de educar a su población en el más elemental sentido de la TOLERANCIA. Puedes pensar diferente, te lo respeto. Tu religión puede ser otra, pero no soy Dios para juzgarte. Los problemas económicos se pueden resolver en un plazo medianamente corto pero educar la mentalidad atrofiada de un pueblo que apenas empezaba a aprender a vivir en democracia en 1952 –cuando el primer largo período tiránico- no es labor de un día. En ese año comenzó la larga historia de la dictadura cubana, que se tiñó de sangre con los fusilados a partir del 59, el éxodo masivo que nunca ha cesado y que ha privado al país de su gente, separado familias y destruido el sentido natural y obvio de lo que significa SER CUBANO en cualquier lugar del mundo.
Los argentinos, chilenos, alemanes, supieron perdonar, sin revanchismo y con sentido práctico. Algunos alegan que hay demasiado rencor acumulado en Cuba pero este sentimiento es similar al que tuvieron muchos otros países. Ellos supieron reconstruir sus naciones eliminando, de un plumazo, la eterna venganza de una vendetta italiana.
Los cubanos no somos ni los más vilipendiados ni los más vengativos. Duele, sí, claro que duele. Pero hay que empezar desde ahora a sembrar la semilla de una Cuba posmoderna, pacífica, tolerante, amorosa. Enterrar rencores para cortar, definitivamente, el círculo vicioso en el que vivimos desde 1952.
Y esta labor es trabajo de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario