QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

domingo, 24 de enero de 2010

NÚMERO TRES DE LA REVISTA AEDA

Los invito a todos muy cordialmente a visitar el número tres de la Revista Aeda, que acabamos de subir. Esta entrega rinde tributo al Romanticismo en su más amplia acepción artística, con textos diversos y polémicos en torno al tema.

Espero nos dejen sus impresiones en aeda.opiniones@gmail.com

Y en nuestra página de inicio, http://www.revistaaeda.com/index2.htm pueden acceder a todos los números que hemos elaborado hasta el momento.

Contamos con uds. Gracias por leernos.

sábado, 16 de enero de 2010

LA MEJOR NOVELA DEL 2009


No voy a hacerles una narración larga y abrumadora de los libros que leí y me impactaron en todo el 2009. Debo admitir que no siempre me gusta un libro a partir de un exhaustivo análisis literario de sus valores estilísticos y formales. En lo absoluto. Hay libros que recuerdo con mucha complacencia porque tocaron las fibras más íntimas de mi ser y no precisamente por sus aportes a este vasto universo de la Literatura.
Primero pensé en elaborar una lista de diez libros pero desistí. Les voy a hablar del mejor libro que leí en el 2009, ése que me dejó sin palabras, sin aliento y sin conciencia. El que marcó mis pasos en Buenos Aires y me abrió las puertas al conocimiento de una importante faceta de la vida en Argentina que desconocía: Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez. La historia alucinante del cadáver de Eva Perón es un tema increíble y poco conocido entre la gente. Esta novela logra conjugar un manejo de la forma escritural que conjuga la narración, el cine, las cartas y un depurado lenguaje con las “aventuras” de un cadáver y sus maldiciones ocultas. Basado en hechos reales, Tomás Eloy logra conjugar la ficción con la historia para otorgarle vida y pasión a una novela sencillamente arrolladora. Cadáver transformado en muñeca por la inocencia de una niña. Cuerpo maldito amado y deseado. Réplicas de la momia diseminadas por el mundo, capaces de confundir la verdadera y las falsas. Hombres marcados para siempre por una especie de abominación erótica. Adoradores y detractores de una figura que en vida levantó pasiones y en la muerte arrastró maldiciones. Leyenda de un tiempo pasado y señalamiento al futuro.
Y de otras dos que me impactaron les hablaré: Nuestros años verde olivos, de Roberto Ampuero y El vuelo de la reina, también de Tomás Eloy. El primero, porque es un cuadro desgarrador de la realidad cubana y el fin de las ilusiones de un convencido revolucionario chileno que, progresivamente, vive la Cuba de los de “a pie” y no la Cuba de los libros, noticias , turistas y consignas. Un hombre que aprende, en la rudeza de la calle, lejos de los panfletos, lo que significa el totalitarismo en su máxima expresión. Altamente recomendable para los utópicos que asumen el derecho de defender lo que, realmente, no han vivido ni conocen.
El segundo, una historia de amor y muerte donde el rejuego con los bloques narrativos conducen al lector a un suspense lunático y a un final inesperado. Para los que piensan que las historias de amor ya no funcionan, El vuelo de la reina es un ejemplo clarísimo de que no hay temas gastados siempre y cuando se sepan tratar. Novela magistral de rencores y venganzas que van más allá del despecho para convertirse en obsesiones.

¿Y tú? ¿Cuál es tu novela del 2009?

miércoles, 6 de enero de 2010

BÁSICO, NO BÁSICO Y OBLIGATORIO


En mi infancia, apenas supe de los Reyes Magos, esos esotéricos seres ligados a la Iglesia y de los cuales no se podía hablar. Me acuerdo que Hortensia y el Gordo, mis vecinos que se convirtieron por derecho propio en abuelos complacientes, católicos muy devotos ellos, nos llevaban a la iglesia a ver el Nacimiento y nos hablaban, a mi hermano y a mí, de toda la historia ligada al 6 de enero. Para nosotros aquello era un lindo cuento que, por supuesto, estaba prohibido repetir en la escuela o comentar con amiguitos. Sencillamente, en la Cuba de mi infancia no existía el Día de Reyes, no esperábamos a los camellos y nadie alimentaba nuestros sueños infantiles a la espera de los juguetes que pedíamos en ninguna carta. Eso sí:en julio era el Día del Niño. Y el Gobierno, tan generoso como siempre, otorgaba la posibilidad, a cada infante, de adquirir tres juguetes: el básico, el no básico y el obligatorio. La escala respondía a la importancia y precio de los juguetes: en el básico se agrupaban los más importantes, las soñadas bicicletas, las casas de muñecas o aquellos preciosos juegos de té que venían en una maleta. Los dos primeros fueron mis pesadillas de niña, porque siempre los quise y nunca los alcancé. El último lo logré ya como a los 10 años, en una mañana agónica en la ferretería que estaba en la esquina de Galiano y Neptuno, frente a la cafetería América. Es algo que jamás olvidaré: allí estaba mi soñado juego de té, en la vidriera y me coloqué a su lado, vigilante, esperando que nadie se lo llevara; creyendo, en mi inocencia, que mientras yo estuviera mirándolo sería mio… hasta que, por obra y gracia del azar, lo pude comprar.

El no básico era de menos categoría: una muñeca, quizás, o los soldaditos de mi hermano. Y el obligatorio representaba ya el abismo: una pelota o un paquete de bolas –canicas. Y esos eran los únicos juguetes en todo el año.

Para hacer más kafkiano el asunto del igualitarismo sin fronteras, la venta se dividía en seis días, en los que todas las tiendas del país se volcaban a “la tarea sagrada” de hacer feliz a los niños cubanos con sus tres juguetes por la libreta. El día que le tocaba a cada familia se escogía por un sorteo en el CDR: un gran bombo del que se sacaban papelitos con la fecha y la hora que te tocaba comprar. Si eras un afortunado del primer día por la mañana en una gran tienda –Ultra, por ejemplo- y alcanzabas entre los diez primeros números, la bicicleta –que no era barata- era tuya, porque los padres harían lo imposible por conseguir el dinero. Pero a medida que pasaba el tiempo, los juguetes se acababan –no se reponía ninguno, cuando se agotaba, fin de las ilusiones. Y si te tocaba el sexto día… sólo pelotas y soldaditos, ni siquiera muñecas quedaban ya.

Muchos años después, ya trabajando en el Morro-Cabaña, tuve mi primera bicicleta, no ya como juguete sino como medio de transporte imprescindible. Y muchos, muchos años después, cuando llegué a México, pude disfrutar con mi sobrina los primeros Reyes Magos para mí. A los 33 años supe lo que era escribir una carta a ellos, ponerla bajo el arbolito y esperar el regalo que mi esposo ponía, para mi y Adry, bajo las luces multicolores.

Ya no hay en Cuba juguetes por la libreta aunque, milagrosamente, regresaron los Reyes Magos. Ahora, los padres cambian 25 pesos cubanos por un cuc e inundan las shoping buscando juguetes para los niños. Qué ironía: en mi infancia sustituyeron a los Reyes Magos por un básico, un no básico y un obligatorio equitativo. En la Cuba de hoy, sin dinero, sin juguetes y sin igualdad infantil, los Reyes Magos han regresado a las tiendas vacías y a los bolsillos sin esperanza de los padres.