QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

lunes, 23 de febrero de 2009

VAMOS A CHOTEAR II

Me cuentan de La Suprema Corte, de Pototo y Filomeno y de tantos cómicos cubanos que no conocí por haber nacido DESPUÉS DE. A mi memoria vienen programas como San Nicolás del Peladero, Detrás de la fachada, aquel humor, la risa, tan importante para poder vivir. Años después, serían los grupos Nos-y-otros, Punto y coma, Carlos Ruíz de la Tejera y, por supuesto, Sabadazo, donde trabajaron -y también partieron al exilio- muchos de los cómicos más jóvenes Los festivales del Aquelarre eran impresionantes maratones de ingenio agudo, donde la realidad del país discurría entre medias frases, opiniones veladas, puntillazos a donde dolía. Porque el choteo de nuestra realidad es la manera más directa, fructífera y agradecida de la crítica, la que agradece el pueblo y apenas tolera el gobierno.



Para no ponernos trágicos ni dramáticos. Para no llorar por una ciudad que ya no existe. Para no inmolarnos por gritar en la calle... vamos a chotear a La Habana.

http://www.youtube.com/watch?v=wcSzNDRZ8Ek

lunes, 16 de febrero de 2009

ACERCANDO ORILLAS

Hacía un tiempo que no subía un texto del proyecto de acercar orillas pero creo muy importante dar a conocer a jóvenes escritores de diversos lugares del mundo en este espacio. Hoy les brindo un breve cuento de Fabián Cuéllar ( México, 1987) con el que participó en el concurso de 200 palabras de novelpol. Promete mucho este joven autor con su primera incursión en el mundo negro-policíaco.

Cotidiano

Nelson toma una fotografía. Su cara gorda suda detrás de las gafas oscuras y la mascarilla que apenas impide el paso del hedor proveniente de los tambos. Estamos acostumbrados a ver muchas chingaderas, pero esto…
Un perito se acerca a uno de los toneles volteado sobre el suelo, el contenido rojo desparramándose sobre la calle. El olor ácido es penetrante. Los investigadores creen que pueden ser restos humanos. ¿Qué otra cosa van a ser? Nelson hace un esfuerzo por no vomitar, mientras mira de reojo la cartulina. “LOS BAMOS ASER POSOLE” leo en voz baja. Él toma otra fotografía, una más. Pinche trabajo culero, murmura. El detective de homicidios nos ve con severidad, pero se guarda lo que iba a decir. Nelson y yo intercambiamos miradas de burla. Él quiere que lo corran. Yo no tengo otro lugar a dónde ir. Anoto insignificancias en la libreta, mientras escucho un par de clicks más, y veo la mano de mi compañero sacudiendo las instantáneas. Pasan los minutos, se nos va quitando el asco; esperamos con ansia y morbo que abran otro barril de los dos restantes. El mismo olor picante y el mismo líquido rojo. No era broma lo del pozole.

martes, 3 de febrero de 2009

QUE EL ALMA BUSQUE LA LUZ SIGUIENDO A LA LUZ: EL TEMPLO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN GUANAJUATO.

Hace algunos años escribí este texto para una tarea de la Maestría en Museos. La revista Vivarium, del Arzobispado de La Habana, la dio a conocer en sus páginas, así como en Vórtice, una publicación mexicana que tuvo muy corta vida.



Que el alma busque la luz siguiendo la luz. La luz del ocaso penetra en el interior. Luz mágica, retorno a las tinieblas, el atardecer preludia la sinfonía eterna de la noche. Al centro del templo, la luz amarilla se refleja en el piso, entre los asientos. Reminiscencia de la gran cruz de oro, símbolo resplandeciente de la victoria y la redención, la cruz refuta todas las dudas oscuras, la imago de la noche que galopa también hasta la Iglesia. La silueta amarilla de la cruz es el colofón luminoso de todo un día saturado de claridad in crescendo, que muere, al final, en el símbolo imperecedero de inmortalidad. No es fortuito. No es extraño. Es el principio y el fin, una vez más reunidos en el color del poder ancestral y en su ícono inmortalizado a través de los siglos. Muere el día, la oscuridad se apodera paulatinamente del interior, y entre las sombras difusas sólo se percibe, al centro, reflejada por los últimos rayos del sol que proyecta el vitral de lo alto, la imagen que se difumina, casi fantasmalmente, en el silencio del templo. Un último fogonazo y la iglesia resplandece, con su cetro luminoso, para ir a dormir- un poco a morir- hasta el nacimiento del dios Sol.

Desde el coro hasta la puerta, la irrupción luminosa se difunde sin obstáculos en todo el espacio interior de la iglesia. Amanece. Tímidamente, los rayos coquetean a través de las ventanas con las imágenes detenidas en el tiempo. Dios es luz y la luz devela a sus criaturas santificadas en el matutino baño de divinidad. Luz de la poética litúrgica, El Sagrado Corazón, San Marcos y La Virgen del Carmen, emergen de la oscuridad, paulatinamente. La mañana transcurre en la apertura luminosa del ala izquierda, mientras en la semipenumbra descansa el lateral derecho. Magistral música de coloridos, el alumbramiento es la fiesta secular de la luz, ingenua en sus designios, traviesa en su aventura por el pasillo, recorriendo con sapiencia el camino del altar. Cada paso es el verbo encarnado en Dios, la unificación divina de la ceremonia religiosa y la cohesión luminosa. Los dos dioses convergen al filo del mediodía: el Dios sol y la divina representación terrenal del Ser Supremo se funden en el altar. La poética de la luz se devela en la unión milagrosa entre lo temporal y lo intemporal: luz del frente, luz de lo alto, luz de la izquierda, luz imanente de corazones. El templo resplandece en su clímax de tonalidades blancas y amarillas, en una salutación devota para ennoblecer la luz de Dios. La Iglesia se transforma, definitivamente, en la ilustración de la teología de la luz.



Símbolo de la creación mística, la luz se traslada, con pasos mesurados y un tanto agotados, a la derecha. La Virgen de la Guadalupe, Nuestra Señora del Carmen y San Miguel Arcángel, aguardan, como cada tarde, la caricia del sol. La irradiación divina parece condensarse en rostros, manos, ropajes. Declina la anunciación luminosa y las tonalidades se confunden con los grises y los azules, separándose del centelleo fantástico del mediodía .Dios es luz, la luz glorifica a Dios y la tarde se apodera del recinto, que le rinde pleitesía a la confirmación de lo supremo. Sus divinidades también le han mostrado devoción, en este camino diurno de las sombras a la luz. Todos se funden en la luz, principio y fin, última salutación del templo. Que el alma busque la luz siguiendo la luz.