BUENAS TARDES
Para Cuba que sufre, la primera palabra.
JOSÉ MARTÍ. En el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891
Supongo que todas las personas que ganan un premio dicen, aproximadamente, lo mismo: Me siento muy contento… No tengo palabras con qué expresarles… Por descontado doy la primera parte pero yo sí tengo palabras para decirles algunas ideas, porque la simbología o el signo de este premio escapan de las páginas de Del otro lado, mi vida.
México es mi segunda patria pero los que me conocen saben que de todos los lugares de este maravilloso país es precisamente Veracruz el que más quiero, donde me siento en mi casa. Veracruz es mi patria chica y resulta muy significativo que de todos los galardones que podría haber ganado la novela –mi primera novela- sea precisamente la gente de Veracruz quien la haya premiado. Y si resulta muy estimulante obtener un galardón del calibre del premio Sergio Galindo, es doblemente reconfortante porque lo he ganado en mi patria chica.
Del otro lado, mi vida, es un proyecto largamente acariciado. Se narra en dos bloques temporales diferentes, aunque el espacio sea único: un bloque narrativo que se desarrolla durante la toma de La Habana por los ingleses en 1762 y otro en La Habana de fines del siglo XX. Personajes y hechos históricos reales, mitología africana representada en los cultos sincréticos afrocubanos, la vida en La Habana del siglo XX con sus carencias y sueños, el amor dividido por diferencias raciales, primero y por desavenencias políticas, después; un esquizofrénico dueño de una leyenda fantasmal, se conjugan para crear una trama llena de laberintos donde los personajes duales Juan Pontón-loco y Helena-María Josefa cuentan una historia alucinante, ficcional, histórica, policíaca, actual, donde un asesino en serie se convertirá en el azote de las jineteras mulatas de ojos verdes que se atrevan a ejercer su oficio en las noches románticas del Morro de La Habana.
No les voy a contar más porque me gustaría que fueran descubriendo los vericuetos de la historia. Baste agregar que es también una novela autobiográfica, con personajes muy cubanos que representan muchas de las actitudes actuales del país. Porque no se puede obviar que en cada cubano hay una Helena que llora y un Juan Pontón que en sus delirios dice los parlamentos más lúcidos de la novela.
Otra vez, muchas gracias a todos los que han participado en este proyecto de vida, a la Universidad Veracruzana en primer lugar por instituir este galardón. Y no olviden, si visitan La Habana, que allí, en el Morro, que es también el otro lado, hay un fantasma que los espera.