Después de unas gratificantes vacaciones en Cuba -porque visité amigos, familiares, calles, olores, lugares, recuerdos- he regresado a la corriente de todos los días.
Ha sido un 2013 extraño, confuso y alevoso pero también lleno de alegrías irremplazables en el ámbito familiar y profesional. Si la envidia y los malos deseos de gente sin rostro ni escrúpulos para la mentira intentaron aniquilarme, no lo lograron. Termino el 2013 más fuerte que nunca, con nuevos e interesantes proyectos que comenzarán en los primeros días del 2014.
Les deseo a todos un muy feliz 2014, lleno de energía positiva y ajeno a la mediocridad y la injuria.
ADELANTE, 2014.
QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE SIEMPRE.
Pitibuchi ha aparecido hoy, agosto del 2007. Y aunque nació hace tiempo, en La Habana, sólo ahora se decidió a compartir sus ideas y escritos. Aquí hablaré de Literatura, de cine, de Arte, de museos y -¿ por qué no?- de la vida.
QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.
REVISTA AEDA
martes, 31 de diciembre de 2013
lunes, 2 de diciembre de 2013
GANDHI, LAS MUSAS Y LOS PREMIOS
¿POR QUÉ AMO A MÉXICO?
Quizás se pregunten por qué escribo del amor a México si no nací
en este país. Los restos de mis antepasados no reposan en tierras
aztecas y por mis venas no corre sangre mexicana. Obviamente, no me
gusta el chile y todas las comidas me pican horrible. Vivo en el D.F y
me choca su tráfico, la contaminación y el estrés con que se sobrevive
en esta mega ciudad. Me aterran muchas de las características de una
sociedad violenta, inhumana, sangrienta; la falta de honestidad y
escrúpulo de gente que menosprecia a sus semejantes y de un universo
sumido en el interés y el desdén por la vida de los demás. Entonces,
¿por qué amo a México?
México
es el país de mi hija, donde nació y crecerá, con un futuro que le
enseño a construir lejos del odio y la intolerancia. Cuando veo su
sonrisa amplia, inocente, plena de promesas seguras,
comprendo –más allá de un posible raciocinio- que este país es único
porque sus niños lo hacen diferente. Y en ella descansa no sólo el
porvenir sino la presencia real de un México al que no se puede dejar de
querer.
Paseo
por territorios hermosos, repletos de historias e Historia, donde
conviven las tradiciones, el folklor y la milenaria presencia de un
pasado que nos recuerda, paso a paso, que la grandeza se escribe a
diario entre restos arqueológicos y salones de clases. No puedo dejar de
sentir profundo respeto por una identidad que se construye buscando en
el pasado y proyectando al
Universo un canto de triunfos palpables. No puedo dejar de amar a México
por sus memorias escritas y orales, las que mantienen vivo el legado de
toda una nación.
Contemplo
una hermosa puesta de sol en Puerto Escondido y mi corazón se abre a
todos los cantos poéticos que ha generado en la mente de los autores
mexicanos la grandeza del paisaje. Paseo por el Zócalo de la ciudad y me
imagino a Martí a mi lado, camino a la casa que, generosamente, le
brindó su gran amigo Mercado. Porque la generosidad es una muestra
excepcional de este pueblo, cálido en las buenas y en las malas, amigo
incondicional de los necesitados. Y, entonces, comprendo que no puedo
dejar de amar a México porque cuando las puertas se cerraron en mi país
de origen y la oscuridad se apropió de mi vida, fue México y su gente
quienes me ofrecieron refugio, abrigo, hermandad y posibilidad de
crecimiento. Porque su gente me sonríe y me tiende la calidez innata de
sus existencias. Y en cada pueblo, región, mar, montaña, siento la
inmensidad de sentimientos que cobijan los corazones mexicanos. Porque
el himno ha dejado de ser palabras huecas para mí.
Se
ama lo bueno y lo malo. Se quiere más allá de la lógica. Se llora con
las desgracias del vecino y se brinda parte de lo que uno tiene en la
adversidad. Se canta cuando es necesario y se grita Viva México entre el
tequila y el mole. Son presencias intangibles difíciles de explicar y
que sólo se entienden cuando uno vive inmerso en un país excepcional.
Porque mi cuerpo será polvo de esta tierra y mi palabra recuerdo para todos.
Entonces, ¿cómo no amar a México?
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