QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

jueves, 24 de febrero de 2011

DECADENCIA

Hay una Isla, ¿saben? en el Mar Caribe. No sé si se acuerdan de ella. Por ahí dicen que no existe, porque es un Paraíso en la Tierra. Pero la Isla apenas flota y se desangra de hijos: nos quedamos sin sangre, sin tiempo y sin futuro. Nos quedamos sin ciudadanos propios: ahora somos ciudadanos del Mundo.

Nos apoyan muy pocos. Se hacen los ciegos y los sordos en nombre de una utopía que naufragó desde el inicio.

¿Hay alguien ahí afuera, más allá del mar? ¿Alguien nos puede escuchar?

La Isla agónica está llorando.

lunes, 14 de febrero de 2011

EL DOBLE MISTERIO DE LA ÓPERA.

Los misterios literarios no son historias del pasado. Pensamos que ya no estamos en épocas de esconder la identidad o que las autoras se disfracen detrás de nombres masculinos para poder escribir. Como divertimento o, quizás abuso de la posmodernidad –ese concepto casi mágico donde algunos meten de todo y pierden los límites- todavía podemos encontrar misterios que nos hacen sonreír, asombrarnos y participar en el juego.
En el 2006 apareció en México una novela titulada Los misterios de la Ópera, de Emmanuel Matta. En la contraportada, aparecía un anuncio desconcertante: seudónimo. A partir de ahí, la mente del lector se perdía por los vericuetos de la duda: ¿Quién es Emmanuel Matta? Y la curiosidad inundó a todos. A tal punto que el diario Milenio realizó un análisis estiloestadístico, que apunta a que con ese seudónimo Carlos Fuentes publicó Los misterios de La Ópera.
El análisis comprendió la aplicación de tres pruebas estadísticas y lingüísticas —que miden coherencia, economía de lenguaje o repetición de palabras y cantidad de información—, a tres obras escogidas al azar firmadas por Carlos Fuentes: Las buenas conciencias, El instinto de Inez y Viendo visiones, así como a la novela Los misterios de La Ópera.
Los resultados revelan, con 95 % de probabilidad estadística, que los cuatro libros fueron escritos por el mismo autor. El físico egresado de la Universidad de Princeton, New Jersey, aclara que “toda información estadística habla de posibilidades, ninguna información se puede asegurar categóricamente; pero con una posibilidad de 95 %, como es el caso, se puede decir con enorme certeza que Emmanuel Matta es Carlos Fuentes”.
La campaña publicitaria que antecedió el lanzamiento fue, como su tiraje, un acontecimiento inusual en el ámbito literario: incluyó anuncios de televisión, promocionales en la vía pública y una vistosa presentación que alimentó el misterio alrededor de la identidad de su autor, quien fue anunciado como “un escritor mexicano consagrado que un día amaneció de buen humor para realizar un divertimento”. Asimismo, se mencionó que el autor seguiría publicando bajo ese seudónimo.
Sobre la identidad de Emmanuel Matta ya varios periodistas habían escrito. Uno de los primeros en apuntar hacia Carlos Fuentes fue José Luis Martínez S. Pero en donde se señaló plenamente fue en la columna La silla eléctrica del suplemento Confabulario. Ahí se publicó que la novela había llegado a través de la agencia literaria de Carmen Balcells y “que la identidad del autor era casi-casi un secreto de Estado”. La publicación resaltó que “la agencia literaria de Balcells maneja solamente la obra de dos mexicanos de renombre mundial: Rulfo y Fuentes”.
Por otra parte, en el blog Mitiempolibro se publicó que la paternidad de Los misterios de La Ópera correspondía a Gabriel García Márquez. Pero también se dijo por ahí que podía ser de Jorge Volpi.
Más allá del misterio que envuelve al misterio, la obra por sí misma debe dejar sentada su valor. Dividida en seis historias, la novela se entrelaza a través de un hilo conductor: el bar La Ópera (aunque al final se traslada al puerto de Veracruz y su mítico café La Parroquia) y los personajes que lo habitan cotidianamente, además de su protagonista: sus dos ayudantes, Fortunato y Jacinto, dos corifeos homosexuales, a quienes se les negaba el papel principal en la ópera de Bellas Artes, pero que Matta les da protagónico; el Capitán Radamés Toledano, comisario de la calle Independencia y Revillagigedo, su complemento informativo, receptor y ejecutor de acciones legales, y “el invisible” mesero Alcides Natera, quien por ser tan insignificante puede estar en todo.
Todavía no la leo: ya la tengo junto a mí. Una vez que la haya terminado, les contaré si el revuelo que armó está en correspondencia con sus valores estéticos.