QUE EL ÁNGEL DE LA JIRIBILLA LOS ACOMPAÑE.

lunes, 20 de julio de 2009

VAMOS A CHOTEAR


El inefable Pepito, nuestra figura nacional del choteo, en la pluma de Yoani Sánchez. Pepito, el de los chistes, porque el de los cuentos... ya saben quién es.


¿Dónde está Pepito?
Escrito por: Yoani Sanchez en Generación Y

Ese niño impertinente y soez que protagoniza nuestros chistes -a quien lo mismo le da por ser contestatario que perverso- está por estos días demasiado callado. Pepito ha sido la pizca de pimienta que nos ha hecho reír hasta de la tragedia; hemos puesto en su boca lo que no nos atrevíamos a decir en serio y con él nos hemos burlado de las instituciones, de los políticos y de las dificultades.
Pepito, nuestro eterno niño pícaro, ha ido a la luna, al infierno, al Vaticano, y ha cruzado -en varias ocasiones- el estrecho de la Florida. Desde su culpa-inocencia ha propuesto irreverentes soluciones y en más de una ocasión ha sido más lúcido que los analistas y los académicos. En el Período Especial se hizo sarcástico y pesimista pero desde hace un par de años se ha vuelto extrañamente parco y aburrido.
Hace meses que no escuchamos de sus bromas y una extraña sobriedad ha empezado a adueñarse de nuestras vidas. Algunos especulan que Pepito ha emigrado o que ha muerto; que perdió el sentido del humor o está detenido por sus chistes. Quizás sólo se extinguió, se apagó de tanto repetir sus burlas. Me temo que nos hemos vuelto demasiado serios, preocupados, aburridos y hemos terminado por ahogarlo, por obligarlo a ser formal, sensato, prudente, en fin, a no ser Pepito.

http://desdecuba.com/generaciony/?m=200710

1. Prueba de salud…
Dice la maestra en la clase:
—Se sabe que un enfermo comienza a recuperarse cuando
empieza a tener hambre.
Dice Pepito:
—Entonces el pueblo cubano ya está curado.

2. ¿Quién sabe lo que es “tragedia”?
Fidel va a una escuela y pregunta a la clase:
—A ver quién me puede decir el significado de la palabra
“tragedia”.
Juanito se paró y dijo:
—Si un amigo mío esta jugando en la calle y lo atropella un
auto, eso es una tragedia.
—No, eso sería un accidente”.
Se para Maria y dice:
—Si una guagua con niños se desbarranca en un precipicio,
muriendo todos, eso sería una tragedia.
—Me temo que no, a eso podríamos llamarlo una gran
pérdida.
Se levanta Pepito y dice:
—Si a un avión, con usted y su hermano adentro, además
de todos los ministros y generales, le disparan un misil y
los destruye, eso sería una tragedia.
—¡Muy bien, Pepito! Fantástico, ¿y podrías decirme por
qué?
—Sí comandante. Porque no sería un accidente, pero
tampoco una gran pérdida.

lunes, 6 de julio de 2009

PRESENTACIÓN DE DEL OTRO LADO, MI VIDA





Agradezco a todos los que fueron a la presentación de la novela el pasado viernes. Me alegro mucho del apoyo recibido. Quisera poner todas las fotos, pero sólo puedo dejarles una pequeña muestra y las palabras que pronuncié.




BUENAS NOCHES

Antes de comenzar, quiero agradecer a la Editorial de la Universidad Veracruzana por su nivel de organización en la edición y presentación de esta novela. A Nina, mi editora, que supo mantener la comunicación y el intercambio constante. Y, por supuesto, a Casa Lamm por su apoyo para que esta presentación haya sido posible. Alguien me sugirió que, una vez que hubiera dicho esto, podía darles las gracias por su presencia y despedirme, sin agregar nada más. No lo haré pero lo cierto es que después de oír las intervenciones que me precedieron no tengo mucho que añadir acerca de la novela. Creo que me voy a centrar en contarles, brevemente, de mi filiación a la literatura negro-policial o negro-criminal, porque de las dos formas se le conoce en la actualidad.

Hace algunos años –no voy a decir cuántos, sólo que en aquella época tenía apenas 14- gané mi primer premio, con un cuento policiaco, en el concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución, del Ministerio del Interior en Cuba. Recuerdo que un miembro del jurado me comentó que causó mucha gracia que alguien de mi edad se atreviera a concursar en un certamen como ése. Debo aclarar que, en esos momentos y durante mucho tiempo, el concurso fue el impulsor de toda la literatura policíaca que se escribía en el país. Cuba, un país de lectores, siente predilección por el género de los robos y asesinatos. Lo cierto es que aquella primera obra larga –casi una noveleta- fue un reto literario en todos los sentidos; un texto de contrespionaje –muy influido por el serial “En silencio ha tenido que ser”- y dónde mis personajes eran adolescentes que trabajaban para la Seguridad del Estado en defensa de la Revolución . Recuerdo que en las clases de Español y Literatura, en la secundaria, me dedicaba a escribir mientras mis compañeros, ansiosos, esperaban un adelanto. Ellos fueron mis personajes inspiradores y los primeros lectores fanáticos que conocí en mi vida. Después, ya en el pre, me pusieron el sobrenombre de Agatha para cubanizarlo, chotearlo casi de inmediato, por La Gata Triste. Pero dentro del relajo del cual no nos podemos sustraer en la Isla, había un apoyo que jamás me ha faltado. Estos fueron mis comienzos en el género, del cual me separé poco después y durante mucho tiempo, imbuida en los estudios y en la búsqueda de mi propio estilo. Escribí muchos textos a partir de mi entrada en la Universidad, más rebuscados en el lenguaje. Descubrí el ensayo y me hice adicta al género. Cuando salí de Cuba, en 1997, comencé a organizar Del otro lado, mi vida, que cuando aquello tenía otro nombre. Cuando, en el 2006, obtuve dos premios en España con cuentos policíacos, comprendí que estaba de vuelta. Y decidí, entonces, hacer algo diferente en el género y por el género.

Pertenezco a una generación de escritores que se formó en los talleres literarios en la década del 90. La mayoría de los talleristas con los que compartí forman parte de una importante pléyade de autores que comenzaron a ganar muchos de los premios nacionales a partir de esa década. La gran mayoría no escribía literatura policíaca, porque Cuba es un país de poetas. Como bien dijera José Lezama Lima. “Nuestra Isla comienza su historia dentro de la poesía”. Esta tradición se ha mantenido a lo largo del tiempo junto a otra premisa ineludible: la cubanidad, la presencia de Cuba, en toda la obra de los autores, se escriba dónde se escriba y sea del género que sea. Formas de hablar, problemas sociales, culinaria, religiones, música, historia, son elementos que la literatura cubana ha reflejado a lo largo de los siglos como signo distintivo de una tradición que no se olvida.

Del otro lado, mi vida es una novela cubana que responde a muchas de mis concepciones de cómo debe ser la narrativa negro-policíaca actual. Desgraciadamente, todavía muchos críticos y lectores piensan que el género pertenece a la baja literatura, a lectores sin bagaje cultural. Literatura de masas para iletrados y gente sin estudios, incapaces de leer a la alta cultura. Estas poses que subvaloran el papel del género y lo colocan en un sitio peyorativo ignoran que Literatura la hay buena y mala dentro de cualquier tema, género, tiempo y lugar. Y es lo que trato de demostrar en esta novela, con elementos de la posmodernidad aplicados al género, como la fusión de la novela histórica con la policíaca clásica, la ruptura del hilo conductor, la inclusión del texto ensayístico breve dentro de la trama. Junto a todos estos elementos formales sobrevive una historia de amor, locura y muerte –parafraseando a Quiroga- en la cual un asesino en serie será el azote de las jineteras mulatas de ojos verdes en La Habana de fines del siglo XX , amparado en una leyenda del siglo XVIII. Y es, además, una novela autobiográfica –no porque haya conocido al fantasma, conste-, largamente elaborada, que ha sufrido transformaciones hasta llegar al texto que hoy pongo en sus manos.

El género negro-policial, a nivel mundial, ha tomado auge en los últimos años. La violencia generada en todos los países obliga a la literatura a tomar cartas en el asunto. Y aunque la realidad diaria supera cualquier ficción, el género avanza por un camino saludable. Los escritores de América Latina tienen un doble reto en este sentido. Dice Ampuero en su novela El caso Neruda que Holmes, Poirot, Maigret, no sabrían qué hacer en nuestros países: a la primera, les robarían la cartera en el metro o los secuestrarían en un taxi. Porque nuestra realidad difiere de sus casos magistrales y ya clásicos, por lo que necesitamos detectives diferentes, nuestros: un Mario Conde que se dedica a la venta de libros o un Héctor Beloascoarán que recorre el D.F en sus bajos fondos, por sólo citar dos de los más conocidos. Hombres que no son perfectos, llenos de problemas existenciales, capaces de ser seres de carne y hueso; borrachos, mujeriegos, detractores, cómplices pero, fundamentalmente, gente que lucha contra el crimen dentro de una sociedad negra sin valores y sin escrúpulos. Esta literatura negra-policíaca es, actualmente, el más fiel reflejo de los problemas sociales del continente.

No los voy a cansar con un tema harto apasionante, del cual podríamos discutir durante horas. Del otro lado, mi vida, responde a una larga tradición del género en Cuba, con los temas nuevos que la sociedad vive y con la inclusión de una serie de elementos que representan a la posmodernidad. Los invito a leerla y a que saquen sus propias conclusiones. Eso sí: si les tienen miedo a los fantasmas, jamás visiten El Morro de La Habana.

MUCHAS GRACIAS